MASIP Roca, Paulino
La Granadella (Lleida), España 1899
Cholula, Puebla, México, 1963
Archivo General de la Nación. Fondo Hermanos Mayo 

oeta, narrador, dramaturgo, guionista y periodista. Fue miembro de la Generación del 27. Nació en La Granadella, población situada en las Garrigas (Lérida, Cataluña), el 11 de marzo de 1899 “y entre los olivos y los almendros de la campiña anduvo hasta los cinco años y pico” (Semblanza biográfica. Por Alberto Cousté. P. 12. En: Cartas a un español emigrado. Por Paulino Masip. Cuadernos del Nigromante. San Miguel Allende, Gto., México. 1989, P. 84). Murió en Cholula, Puebla, el 21 de septiembre de 1963.

Durante su infancia la familia se trasladó a Logroño, donde estableció negocios. Este traslado sería fundamental para su porvenir, ya que en esa ciudad aprendió español, lengua en la que escribiría la totalidad de su obra. Allí cursó sus estudios elementales; los medios los hizo en el Instituto Nacional y terminó la carrera de magisterio en la Escuela Normal, en 1919. Dos años antes había publicado una selección de su poesía —género en el que no volvió a incursionar—, bajo el título de Remansos líricos.

Poco después de cumplir veinte años se trasladó a París, donde vivió y trabajó hasta 1921. A su regreso a España entró en contacto con la poderosa editorial Espasa-Calpe de Madrid, para la que tradujo algunos libros. Con su experiencia como escritor, maestro y traductor, inició su aventura periodística: “[…] Con la pasión de sus veinticinco años y la ayuda económica e ideológica de su padre, funda y dirige durante casi un lustro la publicación El Heraldo de la Rioja, que muere finalmente en 1928” (Ibid., P. 16).

Posteriormente ejerció como crítico teatral en La Voz de Madrid y fue redactor en jefe de Ahora. Entre lo más destacado de su producción como autor teatral anterior a la Guerra Civil española se encuentran La Frontera (1934) y El báculo y el paraguas (1936). Al estallar la guerra civil se trasladó a Barcelona, donde, junto con María Luz Morales, fue director y editorialista de La Vanguardia (1936-1939). A finales de ese período, se trasladó a México: “En mayo [de 1939], apenas un mes después del fin de la contienda, Masip se beneficia —junto con otros doce intelectuales residentes entonces en la capital francesa, entre los que se contaban José Bergamín, Emilio Prados y Antonio Sacristán— de una medida personal del presidente Lázaro Cárdenas, que les costea el viaje a México con sus respectivas familias. [...] Empezaba el exilio. Un exilio definitivo que no concluiría sino con su muerte, veinticinco años más tarde.” (Ibid., p. 18).

A su llegada a México en 1939 se integró a la S.E.R.E., organización de ayuda a los refugiados políticos españoles. Dirigió el Boletín del Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos Españoles. Colaboró en la revista Mañana; publicó sus Cartas a un español emigrado (1939). Se naturalizó mexicano en 1941. Masip se integró pronto en la vida cultural mexicana: en 1942, el Instituto Nacional de Bellas Artes organizó un ciclo de teatro internacional, en el cual se incluyó El hombre que hizo un milagro (en aquel entonces, la más reciente creación del escritor exiliado). En 1943, Empresas Editoriales publicó su colección de relatos Historias de amor y, un año más tarde, la obra que haría perdurable su recuerdo, El diario de Hamlet García, profesor ambulante de metafísica, considerada una de las mejores novelas sobre la guerra civil española.

Sin embargo, de allí en adelante, la cinematografía fue central en la vida de Masip. Esta actividad se había perfilado desde 1941 (cuando escribió el guión de El barbero prodigioso, filme que dirigió Fernando Soler) como el núcleo de su largo e ininterrumpido período mexicano. Durante las dos décadas que precedieron a su muerte, participó en alrededor de setenta producciones —en ocasiones como guionista, en otras como adaptador—, la inmensa mayoría de las cuales fueron “películas alimenticias, según inobjetable definición de Luis Buñuel, quien sabía de qué hablaba, precisamente por la misma época y en el mismo medio” (Ibid., p. 19).

Fanny Schiller y Roberto Cañedo, en escena de Crimen y Castigo (Dir. Fernando de Fuentes, 1950)
Colección Pascual Espinosa. En Rostros del Cine Mexicano. P. 183

Alternó sus actividades de guionista con colaboraciones en la revista Cinema Reporter; sin interrumpir tampoco su carrera literaria, tanto en su vertiente teatral como poética y narrativa: De quince llevo una (1949); las cuatro novelas cortas reunidas bajo el título La trampa (1954) y El emplazado (1955) una postrera obra de teatro. En el conjunto de su producción sobresale su segunda novela, La aventura de Marta Abril (Stylo, 1953), “biografía desenfadada de una belleza de ligera conducta, en la mejor tradición de la picaresca, personaje que se sitúa en las antípodas del apocado y dubitativo Hamlet García de su obra mayor.” (Ibid., p. 20).

Sobre su participación en el cine hay que apuntar que “su trabajo en el film La barraca (1944), adaptación de la novela de Vicente Blasco Ibáñez casi enteramente realizada por actores y técnicos españoles exiliados (la excepción fueron el director, [Roberto] Gavaldón, y el coguionista, el chileno Tito Davison), obtuvo el Ariel al mejor libreto del año. Participó en los guiones de Dios los cría (1953), Lo que le pasó a Sansón (1955), ambas de Gilberto Martínez Solares, y Pancho López (1956) de René Cardona, sin que figure acreditado en copia.” (RIAMBAU, Esteve / TORREIRO, Casimiro Guionistas en el cine español. Quimeras, picarescas y pluriempleo. Madrid. Ed. Cátedra / Filmoteca Española. Col. Serie mayor. 1998. PP. 397).

Otras películas exitosas del cine mexicano en las que participó como guionista son: La devoradora (Dir. Fernando de Fuentes, 1946) Ahí viene Martín Corona (Dir. Miguel Zacarías, 1951) y Escuela de vagabundos (Dir. Rogelio A. González, 1954), protoganizadas por Pedro Infante, entre otras.