GAVALDÓN Leyva, Roberto
Cd. Jiménez, Chihuahua, 1909
México, D. F., 1986

GARCÍA, Gustavo y CORIA, José Felipe.
Nuevo cine mexicano. México, Clío, 1997. P. 19

 
irector, guionista y actor. Por su casi medio centenar de películas, varias de ellas de gran calidad, realizadas entre 1944 y 1977, Roberto Gavaldón es considerado uno de los grandes realizadores del cine mexicano. Nació en Ciudad Jiménez, Chihuahua, el 7 de junio de 1909 y murió en la Ciudad de México el 4 de septiembre de 1986. Pasó su infancia y adolescencia en su ciudad natal y en Torreón, Coahuila. Posteriormente, se trasladó a la Ciudad de México, donde realizó sus estudios de preparatoria.

Tras su temprana incursión como extra en el cine hollywoodense (Cuadernos de la Cineteca. Tomo VII. 1976. P. 73), Gavaldón regresó a México en 1933 y se integró a la industria cinematográfica como actor, pero, al mismo tiempo, empezó a interesarse por los aspectos técnicos del cine; fue utilero, anotador, ayudante de edición y asistente de dirección de Gabriel Soria, José Bohr y Fernando de Fuentes, entre otros directores: “Yo seguí una especie de escalafón que me permitió poco a poco ir aprendiendo muchas cosas, así cuando llegué a director ya iba preparado, había estado en set mucho tiempo.” (Ibid. P. 74)

En 1938, Gavaldón se inició como adaptador en la película Adorable majadero (Dir. Alberto Gout, 1938). Debutó como realizador con La barraca (1944), a la que siguió Corazones de México, al año siguiente. De su debut dirigiendo la adaptación de la historia del escritor Vicente Blasco Ibáñez, Gavaldón recordaba: “Cuando se me ofreció La barraca, incondicionalmente la acepté y por fortuna tuve mucho éxito con ella. Los actores en un noventa por ciento eran valencianos, lo mismo que el músico, Samper, autor de la partitura del filme. Tuve la asesoría de Tito Davison, quien intervino en la adaptación con la propia Libertad, la hija de Blasco Ibáñez”. (Ibid. P. 76)

Jorge Sthal, en su cargo de fotógrafo, y Roberto Gavaldón
durante el rodaje de Corazones de México (Dir. Roberto Gavaldón, 1945)
Cinema Reporter. No. 354, 28 de abril de 1945. P. 10

De las películas que Gavaldón guarda recuerdos más gratos, destacan, además de La barraca, Macario y La otra. Sobre esta última recordaba la experiencia de los estudios hollywoodenses al intentar adaptar su película: “[El argumento] lo escribimos entre [José] Revueltas y yo basados en un cuento de Ryan James. Ésa nos la compró la Warner Brothers, [a través de] Michael Curtiz para rodarla con Joan Crawford y en ocasiones, cuando lo veía en Hollywood, [Curtiz] me decía: ‘No encuentro la forma de mejorar lo que tú hiciste buscando ángulos diferentes para no repetir lo tuyo y no los encuentro’”. (Ibid. P. 85)

Gavaldón fue uno de los cineastas mexicanos más premiados. Recibió numerosas distinciones de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas. Le fueron otorgados tres Ariel de oro: en 1946 por La barraca, en 1952 por En la palma de tu mano y Deseada. Recibió también varios Ariel de plata: en 1947, junto a José Revueltas, por La otra; y en 1954 por El niño y la niebla, adaptada en colaboración con Edmundo Baéz.

Por su parte, Macario fue su película con mayores reconocimientos a nivel internacional. Estuvo nominada al Oscar en 1961 como Mejor Película Extranjera, y recibió la Medalla de la Asociación de Críticos Españoles por la Mejor Película de 1962.

Roberto Gavaldón también filmó algunas películas fuera de México: Dos en Estados Unidos — Adventures of casanova (Casanova aventurero, 1947) y The littlest outlaw (El pequeño proscrito, 1953), producida por los estudios Disney—; una en Argentina, Mi vida por la tuya (1950); y dos coproducciones iberomexicanas, Un amor perverso (1974) y La playa vacía (1976).

Por otra parte, Gavaldón participó intensamente en organizaciones sindicales, primero como secretario del interior en el Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Cinematográfica y, posteriormente, como asistente de director en la Sección de Técnicos y Manuales. Tiempo después fue secretario de la Sección de Directores en el STPC. En 1953, fue electo diputado federal y, desde su cargo, impulsó una nueva ley cinematográfica que en su momento no prosperó, pero que sirvió de base para reformas posteriores.

Respecto a la relación entre la dirección y la escritura en general, Gavaldón comentó que: “Hay muchos realizadores que son adaptadores y autores al mismo tiempo. El hecho de dirigir da una visión muy amplia de lo que se debe hacer en los órdenes técnico, artístico y literario en el cine. En ocasiones se requiere de personas que tengan facilidad para construir diálogos que deben ser de lo más económico y significativo”. (Ibid. P. 75)

En lo referente a la creación de historias para ser llevadas a la pantalla, consideró que: “A veces trasladar una novela al cine es difícil, han fracasado muchos intentos [...] Trasplantar una obra original en numerosas ocasiones significa cambiarla, porque ya se visualiza lo que el autor quiso decir en su novela, con imágenes y con otros recursos que son auxiliares para el cine y no para el teatro ni la novela misma”. (Idem)

Ignacio López Tarso en escena de Macario
(Dir. Roberto Gavaldón, 1959)

Fue coautor de los guiones de varias de sus películas. Esta labor la realizó al lado de escritores de la talla de Mauricio Magdaleno, Julio Alejandro de Castro, Edmundo Baéz, Tito Davison, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, pero su colaboración más fructífera se dio con José Revueltas. Además, Gavaldón estaba consciente de “la importancia del texto: Gavaldón buscaba el soporte argumental de sus películas en las obras literarias adaptadas —de Blasco Ibáñez, Spota, Galindo, Traven— o en el concurso de escritores como Paulino Masip, Emilio Carballido, Vicente Leñero, Hugo Argüelles y, de manera notable, José Revueltas [en doce ocasiones]. De este último aprovechó su capacidad dramático-narrativa, su consistencia al sostener el tono desgarrado a lo largo de las situaciones y los hechos.” (Roberto Gavaldón: Director de cine: Las intensidades elegidas. Por José María Espinasa. Ed. Pronósticos Deportivos / Radio, Televisión y Cinematografía (RTC). México. 1997. P. P. 117-118)

Esta relación entre el director y el escritor fue fundamental en su obra: “[...] Se trataba de encontrar una dinámica narrativa que siempre estuviera en perpetuo clímax, y para eso estaba Gavaldón, que desbordaba el argumento al trasladarlo a la pantalla, con un dispositivo formal antitético”. Algunos de sus colaboradores realizaron el proceso inverso y adaptaron sus experiencias en el cine a su obra literaria: “Revueltas entendió tan bien esa manera de trabajar que la utilizó en algunas de sus novelas (pienso específicamente en El luto humano”. (Ibid. P. 119)