GARIBAY Ortega, Ricardo
Tulancingo, Hidalgo, 1923
Cuernavaca, Morelos, 1999
 
CREMOUX, Raúl. Nosotros México.
Lotería Nacional, 1993. P. 119
eriodista, guionista y narrador. Ricardo Garibay nació el 18 de enero de 1923 en Tulancingo, Hidalgo y murió el 4 de mayo de 1999 en Cuernavaca, Morelos. Las múltiples vicisitudes que padeció para sobrevivir y no traicionar su vocación por la escritura se encuentran plasmadas en su libro Cómo se gana la vida, publicado a sus cincuenta años de dedicarse a la literatura (1992). Dentro de su gran producción podemos mencionar otras de sus creaciones como: Diálogos mexicanos (Joaquín Mortiz, 1971); Lecturas Mexicanas (1986), Taíb (1989), Oficio de leer (1996) y De vida en vida (Océano, México, 1999).

Estudió en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, pero también tomó cursos de literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y en El Colegio de México (1947). Formó parte del Teatro experimental del INBA, bajo la dirección de José Aceves (1944-1947) y fue becario del Centro Mexicano de Escritores (1952-1953), además de jefe de prensa de la Secretaría de Educación Pública (1953). Impartió talleres de cuento, entre ellos uno en la Facultad de Filosofía y Letras (1977).

Colaboró en revistas, periódicos y suplementos tales como: Suma Bibliográfica (1948), Revista de la Universidad de México (desde 1954), Plural (1972), Revista Mexicana de Literatura, México en la Cultura de Excélsior (1950), La Cultura en México (1962); Diorama de la Cultura (1970-1975); el suplemento cultural de Ovaciones (1962); Revista Mexicana de Cultura (1976); El gallo Ilustrado (1983); y en otras revistas como Siempre!, Plural, y Proceso, de la que fue cofundador.

Incursionó en el periodismo por televisión a partir de 1975, primero en el canal 11 y después en el 13 (entonces IMEVISION). Realizó entre otros programas: Autores y libros, A los normalistas con amor, Poesía para militantes y Mujeres, mujeres, mujeres. En el libro Cómo se pasa la vida recuperó casi todos los textos de la columna quincenal del mismo nombre publicada en Diorama de la Cultura entre 1970 y 1973. Garibay obtuvo varias distinciones a lo largo de su carrera, entre ellas: el Premio a la mejor novela extranjera en Francia en 1975, por La casa que arde de noche; el Premio Nacional de Periodismo en 1987; y el Premio de Narrativa Colima en 1989 por Taib. Fue nombrado Creador Emérito del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en 1994.

Ingresó al cine en 1955 como argumentista, adaptador y supervisor de diálogos. Trabajó junto a los directores Ismael Rodríguez, René Cardona, Rogelio A. González y Roberto Rodríguez. En 1957 colaboró como argumentista junto con Roberto Rodríguez y José Luis Célis en la película La sonrisa de la Virgen. Realizó el argumento de Ladrón que roba a ladrón en 1959. En este mismo año adaptó el guión de la película Caperucita roja. En la década de los sesentas realizó diferentes argumentos y adaptaciones como: El siete de copas, Los hermanos del Hierro y Ánimas Trujano / El hombre importante.

Antonio Aguilar y Julio Alemán, actores principales de Los hermanos de hierro
(Dir. Ismael Rodríguez, 1961)
Cine. No. 9, octubre de 1978. P. 6

Por otro lado, en la novela La casa que arde de noche (1971), Garibay recurre a la sicología para ubicar a personajes con roles extremos bien definidos dentro del ambiente de un prostíbulo. Escribió la novela Par de reyes (1983) a partir de un guión cinematográfico de su autoría: Los hermanos del hierro; quizá por ello denota la influencia del lenguaje cinematográfico en la ambientación y la caracterización de los personajes. La película fue presentada en el primer concurso de cine experimental, en 1964.

Otra obra donde está presente la influencia del lenguaje cinematográfico, es El gobierno del cuerpo (1972) que reúne cuentos eróticos y guiones, en donde abordó las relaciones de pareja, el divorcio, el alcoholismo, la prostitución y el seudo-intelectualismo, entre otros temas. Además del tratamiento sicológico de los personajes, destacaban la ironía y el humor de su lenguaje.

Para 1996, después en la presentación de su libro Treinta y cinco mujeres, Ricardo Garibay expresó que se dedicó al guionismo por 35 años porque tenía que vivir de algo, pero finalmente: “me liberé de él y nunca más volveré al cine”. Además, precisó que, en su opinión, los escritores en el cine no valen nada: “son unos lacayos de quien pone los dineros y de quien dirige. No veo un cine donde se busque el arte de la contemplación del ser humano; todavía se busca no perder el dinero entregado para la producción y no tocar determinados tabúes”. (La armó en grande. La mujer: ¡admirable! El cine: ¡una cloaca!: Ricardo Garibay.. Ovaciones. 26 de febrero de 1996.)

A pesar de su visión crítica del ambiente cinematográfico, Garibay era un guionista bien remunerado. Al referirse a su trabajo de adaptación de la novela de Margarita López Portillo, Doña Machetes Garibay lo reconoció: “A mí, simplemente se me contrató como escritor. Escribí y punto, me retiré. Me informaron después que Raúl Araiza haría unos cambios en el guión. Está en su derecho. Cuando ya se tiene mucho tiempo en esto, uno sabe que entre menos interviene es mejor: sale ganando. Me llamaron, escribí, leí y punto. El escritor hace el guión sobre la idea de producción y luego ya no tiene nada que hacer; pero al escritor no se le puede dejar de pagar porque su papel es sólo el de escribir [...] [Me pagaron] Quinientos cincuenta mil pesos, una cantidad que en esos momentos ningún guionista cobraba. Acabo de vender el guión sobre Rubén Olivares, El Púas, por un millón doscientos mil pesos” (El ahorro, hechos ya los gastos, mató a “Toña Machetes”. Por Armando Ponce. Proceso. No. 297. 12 de julio de 1982. P. 52).

En su obra Diálogos mexicanos, Garibay reflejó con gran ironía la relación de los escritores con los productores de cine: “El escritor va a decir algo. El productor abre los brazos, suplicante:—¡Oh ya lo sé, padrecito, no me tiene que decir nada! ¡Usté cree que yo...? Allí tiene mi biblioteca, licenciado, asómese a verla, sabiduría, mametas de a chorros. El Platón y el Garcialorca y el Amadonervo y el Lopsamrrampa, no falta ningún cárcamo. Pero esto del cine, vamos a ver si me explico, usted es picudo, yo se lo reconozco, pero esto es cine, ce-i-ene-e, cine pal pueblo, el cabrón mugroso que sale apestando a aceite y compra tortas y se lleva a su cabos tintos a ver Chisguete Contra los Monstruos Interplanetarios. Mire usted. No me interrumpa. Anótele. Espacio: Con todo lo que están haciendo los gringos, si usté no mete el espacio ese de afuera, está crac, maestro, se saca la lana de la bolsa y nomás no la recupera. ¿Cómo cómo dije? [...]”. (GARIBAY, Ricardo. Diálogos mexicanos. México, Ed. Joaquín Mortiz, 1977. P. 39)

“Aviéntese una sinopsis luego luego, hoy en la tarde, o si prefiere quédese a trabajar aquí en mi despacho, aquí tiene secretaria, teléfono, café ¡ya mero le pongo casa, ingeniero!

-¡Hoy mismo en la tarde!, le pregunta Garibay.
-Sí. Ah sí, no me vaya a fallar, maestre. Esto tiene que estar registrado mañana en la mañana.

-Bueno...
-Diez páginas, hombre, no sea güevón, ni a su santo le reza, usté hasta regalado cuesta caro. Ándele, y mañana mismo le doy lana.

-¡Cómo! Yo pensaba, porque tengo una urgencia, mi mujer está...
-Mañana, gobernador, mañana. Escúpase la sinopsis y mañana tiene su adelanto, lanita caliente. Y mire, pa que vea, yo me tengo que ir a jugar golf a ver si arreglo una balineada, ya se me hizo tarde, si no, me quedaba con usted, [...] cualquier cosa dígale a mi secretaría, digo si se atasca, porque a usted lo dejo solo y se me apendeja, y ella me localiza en un momento, y pa que vea, lo que le quería decir, pónganos a los dos de autores, usted y yo, ¡pa su mecha, más ya no puedo! [...]” (Ibid. P.46)
“...Productor: ¡Logró terminar? ¡Trae completo el script?
Escritor: Sí señor. Escribí hasta las cuatro de la mañana.
Director: Lo importante era lo que hablamos ayer, ¿Se acordó?
Escritor: ¿Qué?
Director: Lo que se me ocurrió, de cambiar al hijo por sobrina; en vez de escuela convento; tía vieja en lugar de criado [...] Digo que no se vea de dónde nos clavamos la idea.” (Ibid. P. 52)