YÁÑEZ Delgadillo, Agustín
Guadalajara, Jalisco, 1904
México, D. F., 1980
 
YÁNEZ, Agustín. Ojerosa y pintada.
México, Ed. Joaquín Mortiz, 1997
Contraportada

estacado novelista, abogado, filósofo, político y catedrático, considerado como uno de los mejores escritores costumbristas de la literatura mexicana. Nació el 14 de mayo de 1904 en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, y murió el 17 de enero de 1980, sus restos descansan en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

Estudió Derecho en la Escuela de Jurisprudencia de Guadalajara. Posteriormente, obtuvo los grados de Maestro y Doctor en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

“La principal aportación de Yánez a la literatura nacional ha sido su producción novelística; en ella destaca la trilogía provinciana compuesta por: Al filo del agua (1947), La tierra prodigiosa (1960) y Las tierras flacas (1962). (...) En sus narraciones se entrelazan aspectos autobiográficos y sin emitir juicios o plantear tesis, el escritor simplemente evoca aquella realidad provinciana, y la traduce en una impresión de honda proyección”. (ALBOUKREK, Aarón / HERRERA, Esther. Diccionario de escritores hispanoamericanos del siglo XVI al siglo XX. México, ed. Larousse, 1998. P. 335)

La experiencia literaria de Agustín Yánez, en búsqueda de técnicas novedosas inició propiamente con Archipiélago de mujeres (1943), que obtuvo una edición en 1946 en Argentina bajo el título de Melibea, Isolda y Alda. Los modelos literarios que influyeron en la escritura de Yánez fueron principalmente Azorín, Valle Inclán, Gabriel Miró, Balzac, Emilie Zola, William Faulkner y John Dos Passos.
Agustín Yánez publicó 30 obras, de los cuales 17 son del género de narrativa: Flor de juegos antiguos (1942), Pasión y convalecencia (1943), La creación (1959), Ojerosa y pintada (1960), Tres cuentos (1964) y Las vueltas del tiempo (1973), además de las arriba mencionadas, entre otras.

Según Alboukrek y Herrera, en la obra citada, en su escritura destaca la frecuencia de introspecciones y el manejo del monólogo interior. Además de que utiliza profusamente sentencias y refranes. Por su trabajo literario recibió el Premio Nacional de Letras, en 1973.

Paralelo a su actividad como escritor, Agustín Yánez se desempeñó en otras áreas. A mediados de la década de los veinte fue director del periódico católico tapatío La Época y de la revista Bandera de Provincias. De 1930 a 1931 fue Rector del Institución Científico y Literario de Tepic, Nayarit, y Director de Educación de Nayarit. De 1934 a 1952 trabajó como Jefe del Departamento de Bibliotecas, Archivos y Publicaciones de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. En 1945 fue Coordinador de Humanidades de la UNAM. También fue Presidente del Seminario Mexicano de Cultura (1949-1951).

En 1952 ingresó a El Colegio Nacional y a la Academia Mexicana de la Lengua, que también presidió (1973-1980). En 1960 fue Jefe de la Delegación mexicana en la XI Conferencia General de la United Nations Educacional, Scientific and Cultural Organization (UNESCO), que se llevó a cabo en París, Francia.

Bajo su responsabilidad estuvieron la edición de las series universitarias Textos de Literatura, Biblioteca Bilingüe y las Obras completas de Justo Sierra. De 1977 a 1980 fue Presidente de la Comisión Nacional de los Libros de Textos Gratuitos.

Hombre de vasta cultura, Agustín Yáñez ejerció con profesionalismo la cátedra en la Universidad de Guadalajara, en la Universidad Nacional Autónoma de México y en el Colegio de México.

Además de esto, tuvo una fructífera carrera política que lo llevó a ser Gobernador del estado de Jalisco (1953-1959), Subsecretario de la Presidencia de la República (1962-1964) y Secretario de Educación Pública (1964-1970).

Su única participación directa en la industria cinematográfica nacional fue con el guión y argumento de Peregrina (1950) del director Chano Urueta. En 1977, su novela Al filo del agua fue adaptada y dirigida por Rafael Corkidi, “(...) el resultado fue tan ajeno a la obra original, que [Agustín] Yánez pidió que su nombre y el de su texto no aparecieran en la pantalla (...)”. (Perdónalo, señor.... Columna Butaca. Por Gustavo García. Unomásuno, 13 de noviembre de 1983. P. 21)