|
RULFO Vizcayno,
Juan
Sayula, Jalisco, 1918
México, D. F., 1986
|
Colección IMCINE |
|
scritor
universal y fotógrafo. Nació el 16 de mayo de
1918. Algunas fuentes sostienen que en Apulco, localidad cercana
a San Gabriel, Jalisco. Fue registrado en Sayula, Jalisco. Murió
en la Ciudad de México, el 7 de enero de 1986.
Con sólo dos títulos, el libro
de relatos El llano en llamas (1953)
y Pedro Páramo (1955),
que son reconocidos como clásicos de la literatura universal,
Juan Rulfo es considerado uno de los máximos exponentes
de la literatura hispanoamericana.
En apuntes de su Autobiografía,
Rulfo se refirió a sus orígenes de la siguiente
manera: “J.R. nació en Jalisco, México,
el 16 de mayo de 1918. Fue hijo de Juan Nepomuceno Rulfo Navarro
y de María Vizcayno Arias. El primero descendía
en línea directa del capitán realista Juan Manuel
de Rulfo, derrotado por el ejército insurgente en la
batalla de Zacoalco, por lo cual fue degradado retirándosele
del mando de tropas. Durante la intervención francesa
volvió a las armas y participó, con el grado de
coronel, en el combate de ‘La Coronilla’ que dio
fin a la ocupación de los franceses en Jalisco. Como
premio obtuvo la alcaldía de Zapotlán el Grande
y la hacienda de San Pedro. Su nieto Juan Nepomuceno sería
más tarde el administrador de esta hacienda, donde moriría
asesinado en 1920 [otras fuentes señalan que fue en 1923].
“Por la rama materna, los Arias, antepasados
de María, la madre de J.R., llegaron a Jalisco a mediados
del siglo XVI, obteniendo como encomienda el pueblo de Tuxcacuesco;
aunque para 1920, fecha en la cual enviudó, ya sólo
quedaba en su poder la hacienda ganadera de Apulco, lugar pedregoso
y árido. Seis años después estalló
la revolución ‘cristera’ que devastó
hasta 1930 toda la región, dejándola desolada
desde entonces.
“Así pues, éstos son a
grandes rasgos los antecedentes familiares de J.R. Por una parte
un oficial de José María Calleja, General y Virrey
de la Nueva España, por otra la magra herencia de un
encomendero. Ni qué decir tiene que ninguna de estas
dos cosas son para enorgullecer a nadie, y menos ahora cuando
he llegado a conocer su historia, la cual por lo que a mí
respecta ni me va ni me viene, pues nunca supe cuáles
fueron sus beneficios y en cambio, al parecer, sí cargué
con las consecuencias.
“Mientras cundía por todo el estado
de Jalisco la rebelión cristera, veía envejecer
mi infancia en un orfanatorio de la ciudad de Guadalajara. Allí
me enteré también que mi madre había muerto
y esto significaba… bueno, significó un aplazamiento
tras otro para salir del encierro, ya que estuve obligado a
descontar con trabajo el precio de mi propia soledad.
“De algo sirvió aquella experiencia:
me volví huraño y aún lo sigo siendo. Aprendí
a comer poco o casi a no comer. Aprendí también
que lo que no se conoce no se ambiciona y que, al final de cuentas,
la única y más grande riqueza que existe sobre
la tierra es la tranquilidad”. (APARICIO de Rulfo, Clara
[Presentación] y JIMÉNEZ de Báez, Yvette
[Transcripción y nota]. Los
cuadernos de Juan Rulfo. México, Ediciones Era,
1a. reimpresión, 1995. PP. 15-16)
Juan Rulfo quedó huérfano a muy
temprana edad. Su madre, María Vizcayno Arias murió
en 1927. Sus estudios los realizó bajo condiciones adversas:
ingresó a la escuela primaria en 1924. En 1927, su hermano
Severiano y él fueron enviados a un internado en Guadalajara
para continuar sus estudios. En 1932 Juan abandonó el
internado y trató de ingresar a la Preparatoria de la
Universidad de Guadalajara. No lo consiguió, pues la
institución estaba en huelga. En 1933 continuó
sus estudios en Guadalajara y viajó a la Ciudad de México.
Juan Rulfo encarnó a la perfección
el prototipo autodidacta. En 1936, intentó estudiar en
la Facultad de Derecho, y luego en la Facultad de Filosofía
y Letras de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de
México), sin conseguirlo ya que no contaba con los antecedentes
académicos necesarios para ser admitido. Sin embargo,
durante algún tiempo acudió como oyente a algunas
clases. Ese mismo año, inició su trabajo en la
Secretaría de Gobernación. Allí conoció
al escritor Efrén Hernández. A partir de ese momento
inició su actividad literaria.
Entre 1942 y 1951 colaboró en la revista
América, de la Ciudad
de México, dirigida por Efrén Hernández
y Marco Antonio Millán. La revista le publicó:
La vida no es muy seria en sus
cosas (junio de 1945); Nos
han dado la tierra (julio de 1945); Macario
(en dos ocasiones: noviembre de 1945 y junio de 1946); Es
que somos muy pobres (agosto de 1947); La
cuesta de las comadres (febrero de 1948); Talpa
(enero de 1950); El llano en llamas
(diciembre de 1950) y Diles que
no me maten (agosto de 1951). También publicó
fotografías de su autoría: en la revista América
(febrero, 1949. 11 fotografías) y en la guía Caminos
de México (1950).
En junio de 1947, en una carta a Clara Aparicio,
la que sería su esposa y compañera de toda la
vida, le comunicaba por primera vez que estaba escribiendo “algo”
que se llamaba Una estrella junto
a la luna (que posteriormente llevará el título
de Los murmullos, así
como Los desiertos de la tierra
y finalmente Pedro Páramo).
 |
Foto de Juan Miranda, 1982
Viceversa.
No. 17, octubre de 1994 |
Juan Rulfo fue becario del Centro Mexicano
de Escritores en dos ocasiones: 1952-1953 y 1953-1954. Eran
los primeros años del CME. Margaret Shedd y Ramón
Xirau presidían las sesiones de los miércoles
en la casa de Yucatán 63. Los becarios: Juan José
Arreola, Alí Chumacero, Ricardo Garibay, Miguel Guardia,
Luisa Josefina Hernández y Juan Rulfo. En 1955, el Fondo
de Cultura Económica publicó su novela Pedro
Páramo.
En 1954, Juan Rulfo participó en la
creación de los diálogos del cortometraje de Adolfo
Garnica, También ellos tienen ilusiones.
En 1957, Juan Rulfo fue galardonado con la
primera edición del Premio
Xavier Villaurrutia, y en 1959 colaboró en el
cortometraje El despojo,
realizado junto con Antonio Reynoso. Mientras que en 1962, Emilio
Indio Fernández dirigió
Paloma herida, donde Rulfo
colaboró como argumentista y coguionista.
En 1964 se estrenó la película
El gallo de oro, dirigida
por Roberto Gavaldón, sobre una historia escrita por
Rulfo. Además de que en ese mismo año, se filmó
La fórmula secreta,
dirigida por Rubén Gámez, sobre un texto de su
autoría. La participación de Juan Rulfo en este
mediometraje, que resultó triunfador en el Primer
Concurso de Cine Experimental, consistió en la
elaboración de un texto poemático. Muy entusiasmado
por la convocatoria a este concurso, participó como actor
incidental en la cinta En este
pueblo no hay ladrones (Dir. Alberto Isaac, 1964), justamente
este filme obtuvo el segundo lugar en ese mismo certamen. Los
versos de La fórmula secreta
fueron presentados con la voz en
off del poeta Jaime Sabines. A continuación le
presentamos algunos fragmentos:
“Ustedes dirán que
es pura necedad la mía,/ que es un desatino lamentarse
de la suerte,/ y cuantimás de esta tierra pasmada/ donde
nos olvidó el destino/ La verdad es que cuesta trabajo
aclimatarse al hambre/ (…) Aunque bien sabemos/ que ni
ardiendo en brasas/ se nos prenderá la suerte/ (…)
II Cola de relámpago, remolino de muertos./ Con el vuelo
que llevan,/ poco les durará el esfuerzo./ Tal vez acaben
deshechos en espuma/ o se los trague este aire lleno de cenizas/
(…) Puede que se acalambren/ entre las hebras heladas
de la noche./ O el miedo los liquide borrándoles hasta
el resuello./(…)Ya están todos pachiches de tanto
que el sol/ les ha sorbido el jugo./ Ruega por nosotros./ Ruega
por nosotros./ Atajo de malvados, retahíla de vagos./
Ruega por nosotros./ Cáfila de bandidos./ Ruega por nosotros./
Al menos estos ya no vivirán calados por el hambre.
(Tomado del guión de cine La
fórmula secreta, incluido en El
gallo de oro, (Ed. Era). La
Jornada, sección cultura,
3 de febrero de 1994. P. 28).
Sobre su intervención en esta película,
Rulfo diría: “(…) Yo la única película
que hice se llamó La fórmula
secreta. Originalmente se llamaba Coca-Cola
en la sangre, pero le quitaron ese título porque
pensaban que nadie iba a verla. Es la historia de un hombre
que le están inyectando Coca-Cola en lugar de suero y
cuando empieza a perder el conocimiento siente unos chispazos
de luz y la Coca-Cola le produce unos efectos horribles, y entonces
tiene una serie de pesadillas y en algunas ocasiones habla contra
todo. Esta película es una película ANTI. Es anti-yanqui,
anti-clerical, anti-gobiernista, anti-todo…”. (Juan
Rulfo examina su narrativa. La
semana de Bellas Artes, No. 30, 20 de junio de 1978.
PP. 2-7).
De las creaciones de Rulfo, especialmente escritas
para el cine, El gallo de oro
fue retomado por Arturo Ripstein bajo el título de El
imperio de la fortuna en 1985.
En diversas ocasiones su obra ha sido llevada
al cine. Tenemos las siguientes adaptaciones: Talpa
(1950), filmada por Alfredo B. Crevenna. Por su parte, Alberto
Isaac y el francés Francoise Reichenbach realizaron dos
largometrajes producidos por el estado en la época echeverrista:
El rincón de las vírgenes
(1972), versión de los cuentos Anacleto
Morones y El día
del derrumbe; y No oyes
ladrar a los perros (1974). En esta última colaboró
Carlos Fuentes.
En la película de Alberto Isaac, el
paisaje cambia, pues a diferencia de los páramos secos
y desolados, en la cinta prevalece un ambiente bucólico
y festivo: “yo busqué el trópico, los árboles,
el agua… el erotismo más a flor de piel. Entonces
era una traición calculada, yo se lo advertí a
Rulfo. Todos aquellos que hacen la crítica de que mi
película no es Rulfo tienen razón, sin embargo
conservé cierto espíritu de él, ya que
mi cinta no deja de ser profundamente mexicana —apuntó
el cineasta—. La historia de Lucas Lucatero es la que
liga los dos cuentos que yo usé y que pertenecen a El
llano en llamas, además de una narración
verbal que me hizo Juan Rulfo”. (La
provincia como discurso fílmico. Por Alejandro
Pelayo. Tierra adentro,
No. 94, octubre-noviembre de 1998. PP. 10-11).
En 1974, Juan Rulfo fue invitado por la Universidad
Central de Venezuela a dialogar con los estudiantes acerca de
su obra. Así se refirió de las adaptaciones que
habían hecho de su obra:
“—¿Qué opinión
tiene sobre la película basada en su novela Pedro
Páramo?, le preguntaron.
“—Es muy mala —respondió—.
Fue muy mala. La hizo un biólogo [Carlos Velo], un señor
que sabía hacer hormigueros, eso era todo lo que sabía
hacer, y entonces de pronto se le ocurrió hacer cine
y me agarró a mí de chivo expiatorio.
“—¿Y la de Anacleto
Morones?
“—¡Ah! esa se llama El
rincón de las vírgenes (…) No sé,
no la he visto. Ahí dicen que salen unas muchachas encueradas.
Hay que ir a verlas. Sí, El
rincón de las vírgenes está basada
en Anacleto Morones y En
el día del derrumbe. Pero no la he visto”.
(Juan Rulfo examina su narrativa.
Ob. Cit.)
 |
Centro Nacional de Información
y Promoción de la Literatura
|
Posteriormente, el universo rulfiano fue retomado
para dos experimentos fílmicos: Los
murmullos (Dir. Rubén Gámez, 1974) y Que
esperen los viejos (Dir. José Bolaños,
1976). En 1978, José Luis Serrato, alumno del CCC (Centro
de Capacitación Cinematográfica) realizó
una cinta de 40 minutos, del cuento El
hombre. Gastón T. Melo, filmó para la Universidad
Anáhuac, una nueva versión del cuento Talpa
(1982, 22 minutos). Mientras que en 1984, en el marco del Programa
de Superación Académica del Centro Universitario
de Educación Cinematográfica (CUEC / UNAM), en
coproducción con el Departamento de Actividades Cinematográficas
de la UNAM, Mitl Valdés adaptó El
hombre, bajo el título de Tras
el horizonte.
De la gran novela del escritor, tanto Carlos
Velo, Pedro Páramo (1966)
y José Bolaños, quien la subtítulo El
hombre de la luna (1976), la han adaptado. En esta segunda
versión participó Juan Rulfo en el trabajo de
guión, sin embargo no tiene el crédito correspondiente.
La obra de Juan Rulfo también ha sido
adaptada para la televisión: Diles
que no me maten (1973), Luvina
(1974) y ¿No oyes ladrar
a los perros? (1974), de Antulio Jiménez Pons
para la serie Canasta de cuentos
mexicanos del Canal 13; Pedro
Páramo (1977), de Salvador Sánchez, para
la Televisión Cultural de la Secretaría de Educación
Pública; y ¡Diles
que no me maten! (1984), de Francisco Becerra para Radio
Televisión y Cinematografía de la Secretaría
de Gobernación y el Estado de Sonora, entre otras.
En 1966, Juan Rulfo comenzó a trabajar
para el Instituto Nacional Indigenista y permanecería
en esa institución hasta su muerte. En 1970 recibió
el Premio Nacional de Literatura,
y en reconocimiento a la trascendencia de su obra, le fue otorgado
el Premio Príncipe de Asturias
en 1983.