LLACA Maldonado, Juan
Carlos de México, D. F., 1962 | |
| Expediente de Juan Carlos de
Llaca. Archivo Cineteca Nacional |
ació
en la Ciudad de México, el 27 de julio de 1962. Juan Carlos de Llaca es
un apasionado del cine. A los 18 años filmó su primer cortometraje
Transparencias (súper 8 mm), e ingresó
al Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC / UNAM), de
donde egresó como director. Ha trabajado como asistente de director y sonidista
en varios cortos y largometrajes, entre ellos: Los
confines (Dir. Mitl Valdez, 1987). Es realizador de videos culturales,
basados en obras de escritores como Jorge Luis Borges, B. Traven y José
Revueltas.
En 1993 filmó su Ópera
Prima En el aire. A decir de Llaca
sus películas retratan, por lo general, experiencias personales y las vivencias
de su generación. Entre sus cortos destaca Me
voy a escapar, con una clara influencia borgiana, presentada en la Sección
Oficial de Cortometrajes del Festival de Cine de Cannes, en 1991.
Entre
los reconocimientos que ha recibido, se encuentran: Diosa
de Plata al Mejor Mediometraje de Ficción y el Primer Premio en
la Categoría de Ficción en el Certamen Nacional de Cine Documental
y Cortometraje de Tabasco, por Debutantes
(1986-1987).
Juan Carlos de Llaca, participa desde la creación
del guión en las películas que dirige. Esto para él, es una
necesidad para reconocerse en su obra.
Entrevistado para
Escritores del Cine Mexicano Sonoro (octubre
de 2001), el realizador narró sus experiencias de lo que es escribir para
cine:
—¿Cómo escribiste tu primer guión?
—Yo
quise hacer cine desde chico, desde que estaba en la preparatoria. En aquel entonces,
para poder ingresar a estudiar cine en el CUEC, era necesario tener la preparatoria,
por eso se me ocurrió hacer un cortometraje para el examen extraordinario
de la materia de Comunicación que debía en el CCH [Colegio de Ciencias
y Humanidades, UNAM]. Así mataba tres pájaros de un tiro: pasaba
mi extraordinario; veía, haciéndolo, si realmente quería
dedicarme al cine, y tenía un corto para presentar ante el CUEC que me
podía permitir entrar, aunque tuviera sólo 18 años. Yo no
tenía idea de cómo se hacía cine, no sabía cómo
escribir un guión ni emplazar una cámara, ni dirigir actores, ni
nada de eso. Una vez me habían invitado a un set de filmación, ésa
era hasta el momento toda mi experiencia en el cine. Así hice Transparencias,
con un guión que estaba escrito según lo que me imaginaba que era
un guión. Pasé el extraordinario, comprobé que sí
quería hacer cine y entré en el CUEC.
—¿Disfrutas
escribiendo guiones o lo consideras un paso necesario para dirigir?
—Disfruto mucho al escribir. De hecho
todos los guiones que he filmado los he escrito. A veces con
otra persona y a veces solo, a veces con crédito y otras
sin crédito, pero siempre los escribo yo. En Por
la libre [1999], por ejemplo, no tengo crédito
pero trabajé todo un año en ese guión,
describiendo las situaciones y creando los personajes. Fue el
único caso en el que no tuve crédito y no partí
de un argumento mío. A mí me presentó el
guión una productora que me ofreció dirigir la
película; lo leí y no me pareció bueno,
pero había una urna y me jaló el objeto. Yo pensé:
En el objeto hay una película. Además se ligaba
con un corto que hice: Me voy a
escapar [1992], en donde la protagonista es una urna.
Me interesó mucho ver las posibilidades que se abrían
a partir de este objeto. Entonces en Por
la libre me quedé con la urna y cambié
mucho la historia original; en el primer argumento los personajes
tenían 29 años y se querían mucho, en mi
versión los personajes tienen 18 años y se odian.
Trabajé un año con el guionista en la creación
de los personajes, tratando de que él se imaginara su
biografía, lo que está fuera de la película.
Es necesario tener claro esto para saber cómo actuarían
esos personajes. Al final, yo no aparezco en el crédito,
pero sí participé en el guión. (...) Para
mí es muy importante partir de ideas originales, empezar
con una idea desde cero, y cuando no ha sido así, cuando
me llega un guión de afuera lo trabajo hasta hacerlo
mío. En Me voy a escapar,
me presentaron un guión para hacer un cine-minuto. La
historia original era la escena de una tortura muy violenta
y el personaje torturado todo el tiempo decía: 'Me voy
a escapar'. Al final se despierta y dice: 'Me escapé'.
A mí me interesaron algunos aspectos de la historia,
pero no me gustaba que fuera tan violenta. En mis películas
no hay violencia. Hay que tener mucho cuidado con la violencia
gratuita. En este guión en particular, me pareció
que no tenía ningún sentido que se mostrara tanta
violencia sobre el personaje y ni siquiera se supiera por qué
lo estaban torturando. Además, el hecho de que la historia
se resolviera en que se despertó de una pesadilla me
parecía una salida floja, fácil. Tomé la
historia y la empecé a re-escribir, manteniendo la escena
de la tortura, pero en este caso la tortura que sufría
este hombre era psicológica, producto de que se le había
muerto su mujer cuyas cenizas estaban en la urna (...) En este
corto no pretendo relatar una historia, ahí no hay historia,
sino una vivencia, una manera de percibir el mundo.
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Cartel de la cinta Por
la libre (Dir. Juan Carlos de Llaca, 2000). Cortesía de Altavista
Films |
Antes había trabajado
con textos de Borges. Me llamaron de CONACULTA [Consejo Nacional para la Cultura
y las Artes] para hacer unos videos biográficos de escritores: Revueltas,
Borges y Traven. Se trataba de hacer cápsulas para televisión como
un homenaje a estos escritores. Hice las cápsulas con extractos de sus
obras. Trabajé en esto durante casi un año y fue una experiencia
que me gustó mucho y quedó muy bien. Todavía hoy me acuerdo
de los textos de Borges que escenifiqué.
—¿Crees
que tus películas parten de experiencias personales?
—Padre
nuestro [1988], por ejemplo, es una historia que habla de un conflicto
muy fuerte que viví yo con mi padre. Yo no esperaba escribir sobre eso,
pero empezó a aparecer mi conflicto en el personaje del guión y
me identifiqué con él. La anécdota es otra y los personajes
son otros. Yo no tengo un padre [de oficio] mecánico que se prostituía,
como el padre del personaje, ni tampoco soy como era ese personaje, pero el conflicto
sí es autobiográfico. Es mi conflicto con mi padre. En ese sentido
es la película más autobiográfica que he hecho. En En
el aire quise escribir la historia de mi generación, cómo
vivieron entre los sesentas y los noventas los cambios que hubo en esos años.
Yo me veo en cada una de las películas que hice. Estoy ahí de una
u otra manera, aunque no sea evidente. En Por la
libre, me criticaron mucho diciendo que la película era muy liviana
y que yo no tomaba posición en cuanto a las drogas o en cuanto a la sexualidad.
Pero ésa es la película que yo quería hacer, yo no creo que
las películas tengan que ser densas para ser serias, el cine mexicano muchas
veces es muy denso, y yo creo que puedes tocar cosas muy profundas sin necesidad
de hacer algo pesado o lúgubre. Yo quise hacer una película liviana
y no quise tomar una posición. No quise decirle al espectador así
tienen que ser las cosas, esto es lo que está bien y esto está mal.
Yo creo que al espectador hay que entretenerlo y contarle una historia, si puedes
tener a alguien atento viendo una historia una hora y media y que no se salga
del cine, eso quiere decir que la película funcionó. Yo lo único
que hago es contar una historia, presentar unos personajes y luego, que el público
tome la posición que quiera. El hecho de que no tome una postura explícita,
no quiere decir que yo no esté ahí. Yo estoy y me reconozco en todas
mis películas.
—¿Cómo vas desarrollando
tus guiones?
—Muchas veces comienzo a escribir un
guión con una idea y luego, él solo va cambiando. En Padre
nuestro, como te comentaba, yo en realidad pensaba escribir la historia
de un hombre que queda atrapado en la ruinas del terremoto, y mientras está
ahí abajo y oye los trabajos de rescate que se están haciendo, le
vienen imágenes de su vida, de todo su pasado. De pronto, estas imágenes
fueron cobrando cada vez más fuerza y más importancia, ocupando
más espacio en la película hasta que se comieron al presente, al
hombre que está atrapado esperando que lo rescaten. Al final me quedó
una historia muy lineal de la vida de este hombre y su relación con su
padre, y del terremoto no quedó nada. Es decir que la historia cambió
totalmente en el curso de ir escribiéndola. Yo siempre permito que la historia
avance y que los personajes crezcan y vayan llevando el relato, que digan ellos
qué les va pasando. No se puede forzar una historia, si tú te aferras
a una idea matas el guión.
—En tu trabajo
pareciera que escribes con mucha libertad, ¿es cierto que para escribir
guiones hay que seguir muchas reglas preestablecidas?
—Sí,
dicen que los guiones tienen muchas reglas y que es un trabajo muy poco flexible,
pero yo siempre he trabajado con mucha libertad. Si no tuviera esa libertad al
escribir no lo disfrutaría. Además, la aplicación de las
reglas es subjetiva, puede llegar el productor y decirte. “¿dónde
está el plot point [Momento crucial
que rompe o cambia el rumbo del desenvolvimiento de la trama para aumentar la
intensidad dramática] que se supone que debe ir entre la página
23 y 25 en todos los guiones?; y tú le contestas: “pues ahí,
en la 24, ¿no lo ve?” y no hay manera de rebatirte, lo que escribiste
en la página 24 para ti es el plot point de
la película.
—¿Has modificado tus guiones
por sugerencia de los productores?
—Siempre. Cuando
presento un guión, hay sugerencias y he sido flexible, y también
los productores. Así que siempre he trabajado mis guiones y aceptado las
recomendaciones y cambiado cosas. Además, como soy muy buen negociador
y tengo poder de convencimiento también he podido convencer a los productores
de las cosas que no he querido modificar, o las cosas que he querido cambiar cuando,
como te comentaba, me llega un guión que no me termina de convencer pero
que tiene algo que hace que quiera filmarlo. El guión nunca es definitivo,
va cambiando mientras lo vas escribiendo, luego también cambia en el proceso
de filmación y por último, en la edición también lo
puedes poner de cabeza. Es la naturaleza del guión.
—¿Cómo
trabajas cuando coescribes un guión?
—Depende, cuando trabajé
con Alicia García Verruga, En el aire,
fue muy complicado, y al final terminé escribiendo el guión yo.
Trabajamos juntos un año escribiendo el argumento, pero una vez que lo
definimos seguí trabajando solo. Es muy difícil escribir un guión
con un poeta, los lenguajes son totalmente diferentes y Alicia no podía
visualizar. No tenía la capacidad de ver la historia en imágenes.
Los poetas trabajan exclusivamente con las palabras, y con la imaginación
claro, pero su trabajo con las imágenes es muy diferente, no puedes filmar
una metáfora.
—¿Has considerado la
posibilidad de escribir literatura?
—No. No me veo
escribiendo una novela. Cuando era adolescente escribí un poco de poesía,
pero no continué. Ahora estoy escribiendo un guión de una forma
que quizá se parezca más a la forma de escribir literatura, porque
estoy empezando por definir el argumento. Pero me está costando mucho porque
todo el tiempo se me aparecen los diálogos y las escenas. Empecé
con la idea de escribir sólo tres páginas de argumento para tener
algo que presentar y que me pagaran para escribir el guión, pero ya llevo
muchas más y no acabo. Es un gran esfuerzo pero va quedando la historia
y es un buen ejercicio.
—¿Escribirías
guiones que no fueras a dirigir tú?
—No. En
una ocasión, en un documental ficcionado participé como guionista,
pero en realidad es una excepción y mi participación fue mínima.
Lo hice porque me lo pidieron, pero no escribiría guiones para que los
dirija otro.
GUIÓN PUBLICADO:
LLACA,
Juan Carlos de. En el aire. México,
Ediciones el Milagro-IMCINE, 1994. 111 PP.