 | LARA
Escobedo, Gerardo Toluca, Estado de México,
1958 |
Foto proporcionada
por el escritor | |
irector
y guionista. Nació el 11 de febrero de 1958 en la ciudad de Toluca, Estado
de México. Cursó la carrera de Economía en la Universidad
Autónoma del Estado de México (UAEM, 1978-1981), y de Realización
Fílmica en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos
(CUEC / UNAM, 1980-1985).
Ha realizado algunos programas
de televisión para TV UNAM, TV Mexiquense, Instituto Latinoamericano de
Comunicación Educativa (ILCE), Cine Club Edusat, entre otros.
Produjo
11 capítulos de la serie Libre joven
(1986-87) para Televisión Mexiquense, y Corazones
de humo (1987), en formato de 16 mm, para el Centro de Capacitación
Cinematográfica (CCC).
En 1991, fundó el Colectivo
Rancho Grande para producir cine y video, con el propósito de “mostrar
la realidad social mexicana a través de un cine nacional y popular.”
(El cine marginal de Gerardo Lara. Por Julia
Elena Melche. Butaca, publicación mensual,
UNAM, agosto de 1992. P. 10)
Ha escrito y dirigido alrededor
de 7 películas entre las que destacan: El
Sheik del Calvario (1983), Diamante
(1984), Lili (1987) y
Un año perdido (1992).
Para Gerardo Lara,
“el cine es el mayor nivel de manifestación humana, a la que ha llegado
la historia (...) El cine es tan mágico que tiene capacidad de inventar,
pero a la vez tiene la capacidad de plasmar y testimoniar; sea cine de ficción
o documental. De esta forma cumple muchas aspiraciones del espíritu humano
y por eso mismo es una necesidad del hombre”. (Un
año perdido es tiempo ganado. Por Juan Manuel Badillo. Macrópolis,
publicación semanal, 31 diciembre de 1994. P.P. 60-63)
En
entrevista para Escritores del Cine Mexicano Sonoro,
Lara consideró al guión cinematográfico como indispensable,
“es el arma fundamental, el punto de partida de la película. Lo que
implica un trabajo muy serio, muy difícil, es una de las etapas más
complejas de todo el proceso cinematográfico”.
El
director y coguionista de Un año perdido,
agrega: “escribir para el cine no sólo es hacer el guión:
es desde apuntar una idea, elaborar un argumento, construir el perfil de los personajes
—explica— ir conociéndolos, como si te sentaras a platicar
con ellos, saber sus antecedentes históricos para establecer sus reacciones
ante tal o cual situación de la vida”. Para él, es indispensable
que la historia y los personajes sean consecuentes consigo mismos.
El
enfant terrible, como en sus inicios lo denominó
la crítica, piensa que las historias cinematográficas deben interesarse
y reflejar lo que el público piensa y vive cotidianamente: “(...)
una de las cualidades de la llamada Época
de Oro del cine mexicano era que los guionistas y los directores siempre
trabajaban muy juntos, se interesaban mucho por lo que el público pensaba.
Ahora no, ahora se da la moda de que el guionista piense sólo en su bronca
existencial y lo que él piense de la vida. Antes, los guionistas se preguntaban
cuáles eran los intereses del público, cómo iban a reaccionar
ante tal o cual escena o planteamiento. Entonces, tenemos a Mauricio Magdaleno
y los guionistas que trabajaron con Gilberto Martínez Solares o con Alejandro
Galindo, que hicieron historias con las cuales el público se identificaba,
hablaban de un México verdadero, de carne y hueso”.
Por
otro lado, Lara Escobedo cree que “la caída del cine mexicano se
debe a que se dejó de creer en la historia, se dejó de pensar en
el público. (...) en México se subestima el trabajo del guionista,
en cuestiones de dinero y prioridades de producción. No se pagan otros
tratamientos de guión, por lo cual, se adolece de un trabajo de guión
profundo. (...) Las películas que cuentan con historias redondas tienen
diez, doce, quince tratamientos, nunca a la primera”. Además, Gerardo
Lara resalta el trabajo hecho en Amores perros (Dir.
Alejandro González Iñárritu, 2000): “(...) el trabajo
de guión [de Guillermo Arriaga Jordán. Cuya obra tuvo 36 tratamientos]
apenas en México se está haciendo como se debe (...) a Amores
perros se le hicieron aproximadamente 30 tratamientos como en el cine gringo
o europeo (...)”.
“Si el guionista, director
y todo su equipo logran que el público se trague el anzuelo, el ardid dramático,
ya estamos del otro lado, ya podemos contar lo que queramos y nos la van a creer
(...) no tenemos que parecernos a la realidad sino hacer verdad con los personajes
y con la historia, con nadie más”. (Entrevista para Escritores
del Cine Mexicano Sonoro, mayo de 2001).