| ILLESCAS,
Carlos Valle de Asunción, Guatemala,
1918 México, D. F., 1998 |
http://www.uweb.ucsb.edu/~jce2/illescas.htm | |
oeta,
ensayista, académico, novelista, cuentista, guionista radiofónico
y cinematográfico. Carlos Illescas nació en Valle de Asunción,
Guatemala, y murió en la Ciudad de México, tras 43 años de
vivir exiliado de su país por problemas políticos.
Illescas
perteneció a la generación de poetas del 40
en Guatemala, junto con Enrique Juárez Toledo, Rafael Sosa, Otto Raúl
González y Raúl Leyva. Fue agregado de prensa y consejero de la
embajada de Guatemala en México. Abandonó ambos cargos tras la caída
del régimen democrático de Jacobo Arbenz en 1954.
En
1957 fue jefe del Departamento de Producción de Radio UNAM, desde donde
produjo un gran número de programas a lo largo de casi dos décadas.
Como director de la colección Nuestros clásicos
impulsó en forma intensa la labor editorial de la Universidad Nacional
Autónoma de México. En el Canal 11 de televisión desarrolló
programas de orientación vocacional y de literatura contemporánea.
Fue
autor de libros como Réquiem del obsceno
(1963), Los cuadernos de Marsias (1973), Manual
de simios (1976), así como de una docena de obras sin publicar.
Jaime Labastida lo describió como un “hijo directo de la poesía
gongorina más pura, llena de retruécanos que lo convirtieron en
esta época, en un gran escritor barroco” (Los
deseos, para realizarse, son muy rebeldes, decía Carlos Illescas.
Por Raquel Peguero. La Jornada, sección
cultura, 23 de junio de 1998. P. 43). Obtuvo el premio Xavier
Villaurrutia en 1984 por Katún.
Gran
conversador, Illescas siempre encontraba el momento para citar de memoria versos
de los poetas del Siglo de Oro español
y de los clásicos griegos: “Siempre recordaré su enorme ingenio
en la conversación, en su capacidad grande para hacer referencia a temas
culturales, de los cuales no había manera de sacarlo. Siempre, toda su
conversación y pensamiento estaban muy vinculados con la literatura de
todos los tiempos: griega, latina, medievales, en fin, literatura, así
llamada, mejormente”, escribió Augusto Monterroso, tras la muerte
de su “muy grande amigo; compañero de luchas políticas, literarias
y artísticas en Guatemala, desde los años cuarenta. Por esas batallas,
precisamente fue que ambos vinimos exiliados a vivir a México y aquí
Illescas, como se sabe, desarrolló toda su obra poética que es muy
importante. Todos sus libros fueron publicados aquí y en este país
afinó su expresión poética, que fue siempre de una gran profundidad
y nobleza” (Raquel Peguero, Ob. Cit.).
Illescas escribió
el guión de una película en verso, sobre el cual el ensayista estadounidense
Normal Mailer dijo: “Ése era justamente el cine de ésta y
de las décadas que vienen, de la integración” (Illesca
sin adjetivos. Por Carlos López. La
Jornada Semanal, No. 228, 24 de octubre de 1993. P. 30). Fue también
guionista de La mansión de la locura
(Dir. Juan López Moctezuma, 1971) y de Auandar
Anapu (“el que llegó del cielo”, en tarasco) (Dir. Rafael
Corkidi, 1974). La acción de esta última transcurre en un pueblo
que pretende luchar contra un cacique que lo domina, pero este enfrentamiento
se produce en un nivel abstracto, en el cual la milagrería, las conspiraciones
diabólicas y los manejos de una organización secreta se entreveran
con la represión ejercida por una especie de guardia rural porfiriano,
conocido como “tata”, que asesina sin piedad y siembra el pánico
en la comarca, al tiempo que recibe órdenes de un industrial capitalista.
Carlos
Illescas también fue asesor artístico y musical de producciones
experimentales.
Entrevistado a propósito de su quehacer
como guionista cinematográfico, Illescas dijo sobre su película
en verso que:
“—Cosa curiosa y chistosísima: escribí
una película en verso [...] es bella y entretenida —ya sabemos que
el arte no es bello ni entretenido—, me tocó la fortuna de tener
un director de talento, pero sin salida, como una mosca encerrada que va para
todos lados pero que nunca llega a romper la urna donde está metida. El
arte no admite trampas. Tomar un trago es como una especie de bautismo. De La
mansión de la locura (1971), los mismos franceses me dijeron que
agradecían que se hubiese tomado en cuenta el marco histórico en
que se mueve la película, sin alterar, no solamente no alterar sino recrear
la sensibilidad de ese momento” (Carlos López, Ob. Cit. P. 30).