DIEGO, Eliseo Alberto
Arroyo Naranjo, Cuba, 1951 | |
| Archivo fotográfico
CONACULTA INBA y CNIPL |
ovelista,
guionista y argumentista de los cines cubano y mexicano. Su
nombre completo es Eliseo Alberto de Diego García-Marruz
y ha utilizado el seudónimo de Lichi.
Nació en el pueblo de Arroyo Naranjo,
Cuba, en 1951. Es hijo del poeta Eliseo Diego.
Realizó
la licenciatura en Periodismo en la Universidad de La Habana. Fue jefe de redacción
de la gaceta literaria El caimán barbudo
y subdirector de la revista Cine Cubano. Participó
desde su fundación en la Escuela Internacional de Cine y Televisión
de San Antonio de los Baños. Desde 1985 permanece exiliado en la Ciudad
de México donde es profesor de Guionismo en el CCC (Centro de Capacitación
Cinematográfica).
Ha escrito los poemarios:
Importará el trueno, Las
cosas que yo amo y Un instante en cada cosa;
las novelas: La fogata roja, (Premio Nacional
de la Crítica, 1983), La eternidad por fin
comienza un lunes (1992), Caracol Beach
(Alfaguara, 1999) y La fábula de José
(Alfaguara, 2000); además del libro de memorias Informe
contra mí mismo (Premio Gabino Palma,
Alfaguara, 1997). Realizó los guiones para las telenovelas Esther
en alguna parte y Cara o cruz.
Eliseo
Alberto fue guionista de un buen número de películas del Instituto
Cubano de Arte y la Industria Cinematográfica (ICAIC), entre ellas la popular
Guantanamera (Dir. Tomás Gutiérrez
Alea, 1995), sobre la cual Eliseo Alberto explica: "El ICAIC, desesperado
por hallar dólares, presta sus servicios a un productor español
interesado en Guantanamera, y la cinta no
tuvo que pasar por la censura. (...) Viene entonces la época de crisis
en la que el gobierno, en contra de su voluntad, abre espacios al capital extranjero
y eso significa hacer dejación de poder, el gobierno empieza a perder pedacitos
de poder".
http://www.contactomagazine.com/lichi.htm
Ha escrito, entre otros, los guiones de los largometrajes El
elefante y la bicicleta (Dir. Juan Carlos Tabío, 1995); Salón
México (Dir. José Luis García Agraz, 1994-95); Cartas
del parque, en colaboración con su amigo Gabriel García Márquez
(Dir. Tomás Gutiérrez Alea, 1988); La
paloma de Marsella (Dir. Carlos García Agraz, 1997) y Entre
la tarde y la noche / A la mitad de la vida
(Dir. Óscar Blancarte, 2000).
Sobre
su profesión como guionista, Eliseo Alberto expresó: “—Yo
he escrito algunas de las peores películas que se han hecho en el mundo,
y algunas buenas, gracias a los directores (...). Un guión de cine, te
voy a decir, no sirve para nada, salvo para hacer una película. Eso es
muy triste, y se debe a que el cine, siendo tan poderoso, tiene una debilidad
(...). El cine necesita que otro arte se sacrifique por él, y ese arte
es la escritura (...). Entre el cine y la escritura existe la misma relación
que existe entre el gusano y la mariposa. El gusano tiene que desaparecer para
que en su lugar surja otro animal, que muchos creerán que es más
bonito, la mariposa... Es muy raro, pero eso nunca pasa con el teatro, porque
el teatro existe como literatura y como espectáculo escénico. Con
el cine no, el cine es cine y nada más, no es, no puede ser texto (...).
Tú puedes leer el teatro de Hugo Argüelles, y también puedes
verlo en muchos montajes distintos. Pero el cine (...) el cine se pone una vez
y ya, si queda bien o queda mal no hay más remedio, no hay segunda oportunidad
(...). Yo les digo, a los que escriben cine, que de ese guión, de cualquier
guión puede surgir un cuento, una novela, todo mientras no pretendan que
alguien lo lea como guión en sí mismo.” (http://www.ucm.es/info/numero10/alberto.html).
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Germán Robles y Rosa de Castilla
en escena de La paloma de Marsella
(Dir. Carlos García Agraz, 1997) |
“No
hay duda. Se lee (o se olvida) y se aplaude (o se critica), en muchos idiomas
y tablados diferentes. Ahora bien, el cine sólo vive en la pantalla. Las
palabras se pierden, no puede ser otra manera, porque para eso se redactaron:
para que desaparezcan, como por arte de magia, a la velocidad de veinticuatro
fotogramas por segundo (...). Estoy absolutamente convencido de que un escritor
tiene que estar absolutamente loco o, al menos muy necesitado, para escribir un
argumento cinematográfico. No sólo es uno de los oficios peor pagados
del mercado (digo, al sur del Río Bravo) sino, además, uno de los
más ingratos. Todos los guionistas del mundo sabemos que estamos condenados
por la historia de nuestras propias historias: si la película queda bien,
el director es un genio; si no, el guionista era un idiota.” (Introducción.
Por Eliseo Alberto Diego para el Guión de La
mujer de Benjamín, de Carlos Carrera e Ignacio
Ortiz. México, Ediciones El Milagro, Dicine, 1993. PP. 7-9)