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CABADA Vera,
Juan de la
Campeche, Campeche, 1901
México, D. F., 1986
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Archivo General de la Nación.
Fondo Hermanos Mayo |
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eriodista,
novelista, cuentista, narrador oral, guionista y activista político.
Juan de la Cabada Vera nació el 4 de septiembre de 1901
en la ciudad de Campeche, Campeche. Murió en la Ciudad
de México el 26 de septiembre de 1986 a causa de una
bronconeumonía.
Estudió primaria y bachillerato
en colegios católicos, primero en Campeche y luego en
Mérida, Yucatán. Cuando en 1915 las autoridades
locales de Yucatán clausuran San Ildefonso, donde estudiaba,
entonces Juan de la Cabada aprendió Contabilidad y se
hizo cargo de algunos negocios familiares, lo cual lo puso en
contacto con la realidad de la región. En 1916, un año
después de la muerte de su padre, se embarcó con
rumbo a Cuba, país que recorre trabajando y estudiando
literatura por su cuenta entre 1916 y 1921.
En 1921, regresó a Progreso
y de allí se mueve a Veracruz; en este último
estado trabajó en los campos petroleros. A fines de 1923
visitó por primera vez la Ciudad de México, en
la cual radicó hasta 1927. En ese lapso se dedicó
a diversas actividades: trabajó como interventor de espectáculos,
visitó a sus amigos universitarios, jugó frontón,
se internó en las bibliotecas públicas a estudiar,
escribió y llevó las cuentas de una fábrica
de zapatos. En 1926 conoció al dirigente cubano Julio
Antonio Mella y a la fotógrafa Tina Modotti en el seno
de la Liga Antiimperialista de las Américas (LAA). En
una visita a Campeche por motivos de salud, la revista local
Sol de Provincia publicó
su primer artículo El día
de Colón, en el cual de la Cabada cuestiona el
concepto de raza, a propósito
de la Conquista de México y denunció la situación
de pobreza y de explotación vivida por los indígenas
mexicanos. Como consecuencia de la polémica que dicho
artículo provocó, el periódico le pidió
más colaboraciones: publicó entonces sus primeros
relatos, entre ellos, El alfiler.
En marzo de 1928, ingresó
al Partido Comunista Mexicano. Aparecieron publicados cuentos
suyos en diferentes periódicos de lucha: El
Libertador, Espartaco,
El Machete (órgano
oficial del Partido). Emprendió una intensa actividad
política y organizativa por lo que es encarcelado varias
veces. En las cárceles conoció a intelectuales
y artistas revolucionarios que luego serían amigos suyos,
como José Revueltas. Sus vivencias en las cárceles
se convertirían en los setenta en una serie de relatos
orales titulados Estancias a la
sombra, transmitidos por Radio Universidad.
En 1931, junto con Leopoldo Méndez,
David Alfaro Siqueiros y Pablo O´Higgings fundó
el periódico Llamada, órgano de la Liga Intelectual
Proletaria (LIP), al que otros artistas e intelectuales se van
sumando. Ahí publicó el cuento Las
ratas. En 1932 ingresa a la UEPOC (Unión de Estudiantes
Pro-Obreros y Campesinos) y participa en labores de alfabetización
y de lucha contra el fascismo.
Varios artistas fundadores e
integrantes de la LEAR y de la revista Frente
a Frente, lo designaron delegado al Primer Congreso de
Escritores Americanos reunidos en Nueva York. En 1936, cuando
terminó su periodo como presidente de la LEAR, viaja
a Campeche y Quintana Roo en busca de materiales para su novela
El chicle (inconclusa) y
recogió el material del libro Incidentes
melódicos del mundo irracional, que publicaría
en 1944.
Viajó a Europa en 1937,
en el marco de la guerra civil española. En España,
junto con un grupo de intelectuales mexicanos, participó
en el Congreso de la Organización Antifascista y después
se unió al bando republicano en Extremadura. En 1938
salió de París rumbo a México como acompañante
de un grupo de refugiados españoles, entre ellos destacados
intelectuales y artistas, algunos de los cuales fundarían
dos años más tarde la Editorial Séneca,
que publicó su primer libro de cuentos, Paseo
de mentiras, en 1944. En México colaboró
ocasionalmente con diarios y revistas.
De 1940 a 1943 alternó
lapsos de estancia en Yucatán con recorridos por la región
selvática de Quintana Roo y Campeche. Desde Yucatán
colaboró en algunas publicaciones de la Ciudad de México:
Tierra Nueva, Cuadernos
Americanos, Hijo Pródigo
y México en la Cultura.
En 1944, La
Estampa Mexicana editó su segundo libro Incidentes
melódicos del mundo irracional, ilustrado con
cuarenta grabados de Leopoldo Méndez. Un año después
viajó por Chiapas junto a Giles Healey, realizador del
documental Los mayas. Entró
en contacto con diversos grupos de indios lacandones.
En 1946 trabajó en el
Consulado de México en Nueva York, y junto con Ermilo
Abreu Gómez, en el Middlebury College de Vermont. Tras
renunciar al cargo de secretario de redacción del Diario
de Nueva York y trabajar en el periódico Liberación,
entró a trabajar a la División de Español
de las Naciones Unidas, escribiendo textos y guiones para el
programa El Diario de las Naciones
Unidas (Murales de América,
sobre figuras históricas y artistas de América).
Regresó a México en septiembre de 1949 y allí
se relacionó de inmediato con el productor español
Manuel Altolaguirre, que le propuso unirse a la industria. Le
encomiendó la adaptación de su obra El
último raquero. Cabada escribió el guión,
pero la película no se llevó a cabo por falta
de recursos económicos. Sin embargo, de 1951 a 1977 fue
argumentista y adaptador de quince películas, entre las
que destacan: Subida al cielo
(Dir. Luis Buñuel, 1951), El
brazo fuerte (Dir. Giovanni Korporal, 1958), La
ilusión viaja en tranvía (Dir. Luis Buñuel,
1953) y María, la voz
(Dir. Julio Bracho, 1954).
De 1964 a 1968 forma parte del
cuerpo de profesores de tiempo completo de la Universidad Autónoma
de Guerrero. En 1969 fundó la editorial Extemporáneos,
para la que crea la serie Cuentos
Manifiestos. En 1979 fue nombrado candidato a diputado
federal del Partido Comunista Mexicano por el segundo distrito
de su estado natal, Campeche. Ese mismo año obtuvo el
Premio de Letras Elías Sourasky,
y la Universidad Autónoma de Sinaloa le otorgó
el doctorado Honoris Causa
el 4 de octubre de 1979, y reunió sus cuentos bajo el
título de Cuentos del Camino,
como parte de un gran homenaje a su vida y a su obra.
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Gustavo Sáinz con Juan de la Cabada
Archivo fotográfico del CONACULTA-INBA y del CNIPL
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Escribió programas destinados
a la televisión, dictó conferencias e, inspirado
en El inspector,
de Gogol y en personajes de las historietas de Rius,
escribió el guión de Los
Supermachos en la que se sustentó la película
Calzonzin Inspector (Dir. Alfonso Arau, 1973).
En 1968, grabó una síntesis
de Incidentes melódicos
del mundo irracional para la serie Voz
Viva de México de la UNAM. A esta época
corresponde la preparación de una primera antología
de su obra (la cual ha sido reimpresa muchas veces por Ediciones
de Cultura Popular).
En la década de los setentas
participó en la fundación de El
Correo de las Américas, editorial que publicó
una segunda edición de Incidentes
melódicos….
Participó en la película
Las fuerzas vivas (Dir.
Luis Alcoriza, 1975). Su cuento La llovizna fue llevado al cine
por Sergio Olhovich en 1977. Grabó para Radio UNAM la
serie autobiográfica Recuento
vivo, mis décadas y Cristina Pacheco condujo una
serie de temas similares para el Canal 11 de televisión
con la intervención del escritor, De
todos modos Juan te llamas.
La Universidad Autónoma
de Sinaloa publicó 10 tomos dentro de la colección
de obras completas del autor. En abril de 1986, apareció
en la editorial de la UNAM su Antología
Personal.
Aunque participó como
extra en la película El
escándalo (Dir. Chano
Urueta, 1934), fue hasta 1949 que adaptó un argumento
de Altolaguirre para la fallida película El
último raquero. Se inició formalmente en
el cine en 1951 trabajando con Luis Buñuel, Luis Alcoriza
y José Revueltas en la adaptación de Subida
al cielo: “La buena adaptación del colectivo
logró salvar un argumento más o menos débil
que contaba la historia de unos ‘Adán y Eva’
cachondos (Lilia Prado y Esteban Márquez) abandonados
en el paraíso de las costas de Guerrero, que resultó
un buen entretenimiento lleno de humor y desenfado.” (Juan
de la Cabada, tradición visual. Por Jorge Pérez-Grovas.
Sección cultural de la Revista
Punto. 6 de octubre de 1998)
Su adaptación de La
ilusión viaja en tranvía (Dir. Luis Buñuel,
1953) resultó un elemento integral de la obra: “es
importante señalar cómo la cinematografía
permite la participación colectiva del escritor (que
generalmente ejerce su oficio en la más absoluta de las
soledades, a no ser que como Juan de la Cabada sea más
un cuentero que un cuentista).” (idem)
Después de Las
señoritas Vivanco (Dir. Mauricio de la Serna,
1958) y El brazo fuerte (Dir.
Giovanni Corporal, 1958), en 1960 “colaboró en
Simitrio, de Emilio Gómez
Muriel, melodrama edificante que recibió en San Sebastián,
España, el premio Perla
del Cantábrico a la Mejor Película de habla
castellana. De 1951 a 1963 colaboró en otras películas
como Maratón de baile
y La tijera de oro.”
(idem)
Su regreso al cine mexicano se
dio hasta la siguiente década: “En 1973 regresa
al cine para colaborar con Eduardo del Río (Rius)
y Alfonso Arau en el argumento de Calzonzin
Inspector, basada en la pieza del escritor ruso Nicolás
Gogol. La película recrea a los personajes de la historieta
Los Supermachos y obtuvo
el premio a lo mejor del Tercer Mundo en el festival del Cairo
en 1976. [...] En 1975 colaboró con Luis Alcoriza en
la adaptación de Las fuerzas
vivas, que satiriza las absurdas reacciones de una élite
pueblerina ante la llegada de la Revolución, obtuvo premio
al mejor guión en el festival de Cartagena, Colombia,
en 1976.” (idem)
De sus experiencias con los productores,
Juan de la Cabada relató, no sin ironía en Mis
pasos en el cine, un encuentro con Joselito
Rodríguez y su hija, la actriz infantil Titina
Romay, para quién el productor deseaba un papel estelar.
El productor le refería a la aplicación de la
llamada fórmula para
escribir cine:
“[...]
— ¿Fórmula? ¿Qué fórmula
señor? ¡Ah sí! Fórmula... la fórmula...
[titubeaba Juan].
—¿Ve? Ya sospechaba
que no sabía, no, no la conoce. Voy a probárselo.
Señaló hacia un cuadrilátero, un ring sobre
cuya cuerda superior descansaba sus brazos, como jamones crudos,
un mozo grueso, prieto y barbón, en malla negra.
—¿Qué ve
usted allí?
—De tan simple, me desconcertó
de pronto la pregunta.
—Pues... no veo más
que un llamado ring, y en él a un tipo de esos que suele
presentar la televisión en los espectáculos de
lucha libre.
—Eso es obvio, pero, ¿qué
vé más allá?
—Más allá...
una gradería, que cuando esté ocupada con gente
servirá para establecer público durante la filmación
de la lucha, ¿no?
—Hombre, hombre, eso es
también obvio. ¿No le digo que no sabe la fórmula?
Esto que ve no es otra cosa que “El
pequeño escribiente florentino”, aquel relato
del libro Corazón,
de Amicis, donde un niño aumenta por las noches los escritos
que ayudan al padre para complementar el sustento de la familia.
¿No lo recuerda?
—Si, y también que
los desvelos del hijo —ignorados por el padre— no
se reconocen como sacrificio, y el niño es objeto de
represiones por causa de su consiguiente atraso en el colegio.
—Exactamente, y aquí
la trama es igual, sólo que figura en ella un joven que,
como luchador, por socorrer a su anciano padre, hace las veces
del niño, y la película no se llamará El
pequeño escribiente florentino, sino Huracán
Ramírez. Y en consecuencia saque la fórmula.
No se mate usted en busca de originalidad, registre por ahí
hasta dar con una novelita cuyo personaje sea una niña.
Conviértamela en pequeña heroína popular
y calque, desfigurando el modelo y adecuando al medio los episodios
o secuencias. ¡Y ya! Ésta es la fórmula.
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Juan de la Cabada recibió el Premio
de Letras Elías Sourasky
de manos del presidente José López Portillo
en 1979
Archivo General de la Nación. Fondo Hermanos Mayo
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Y el productor panadero, mi
héroe de la fórmula, nos lega siquiera enternecedores
anécdotas, como ésta, que prueba sinceridad en
lo que siente e inquebrantable fe en lo que realiza. Dicen que
durante los ‘rushes’
de películas interpretadas por su referida hijita, encerrado
a solas en la sala de proyección, se le oía exclamar
entre sollozos incontenibles:
—¡Qué actricita!
¡Dios... gracias te doy... bendito seas! ¡ Qué
actricita! ¡Pero qué actricita! (...)” (Mis
pasos en el cine. (Segunda parte). Juan de la Cabada.
Otro cine (revista trimestral). No. 2, abril-junio de
1975. PP. 38-40)