BEST Maugard, Adolfo
México, D. F., 1891
Atenas, Grecia, 1965

 

El Cine Gráfico. Anuario 1938. P. 18

ació en la Ciudad de México el 11 de junio de 1891; murió en Atenas, Grecia en 1965. Fue conocido como Fito Best y considerado como uno de los pintores viajeros.

“Marchó a Europa, estudió como tantos otros, a Rafael, a Velázquez, a Franz Hals, Rembrandt, a Leonardo, a Rubens, a todos los maestros y no tardó en convencerse de que ellos habían dicho la última palabra en materia de línea; (...) Se codeó con los postimpresionistas, conoció íntimamente a Matisse, a Cezanne, y al atormentado y disputado Gaugin. Examinó con cautela la cabalgata del cubismo que pasó a galope tendido por Europa sembrando el pánico en las academias del mundo”. Entre 1912 y 1913 colgó unos paisajes en el Salón de Otoño en París y conoció a Diego Rivera. “Y después de haber visto todo eso, regresó a México con el espíritu preparado para una evolución de la que había de salir creando de una vez el verdadero arte mexicano”. (El arte nacionalista de Best Maugard. Por Luis Lara Pardo. Revista de Revistas. No. 553, 12 de diciembre de 1920. PP. 16 y 17)

Regresó a México en 1914, cuando la Revolución Mexicana estaba en su apogeo. Participó activamente en el movimiento de las Escuelas de Pintura al Aire Libre que tuvo inicio con la fundación de la Escuela Barbizon, en Santa Anita, propuesto por Alfredo Ramos Martínez quien ocupaba la dirección de la Academia de San Carlos. Dicho proyecto consistió en sacar a los estudiantes fuera de las aulas para que pintaran al aire libre y fomentar un arte de intención naturalista y revelador de los valores nacionales.

Maugard combinó la intuición con el modernismo para implantar un método racional de dibujo en la educación primaria. Estudió el arte popular y trató de implantar sistemas nuevos para la enseñanza artística. En 1918 experimentó durante muchos meses tomando como sujetos a varios centenares de alumnos de las escuelas públicas (en particular, las muchachas de la Escuela Industrial La Corregidora de Querétaro). Su primer obra de importancia fue el montaje del Ballet Mexicano que preparó para la divina Ana Pawlova, “...en el cual, sobre temas genuinamente mexicanos se ha compuesto un conjunto tan hermoso, tan expresivo, de tanta unidad y tan completo, como las famosas composiciones del ruso León Baskt”. (El arte nacionalista ... Ob. Cit. PP. 16 y 17)

A mediados de 1919 viajó a Estados Unidos, durante unos meses trabajó con diferentes materiales y experimentó con la estilización de los motivos de ornato popular mexicano hasta lograr una centena de pinturas las cuales expuso en la galería Knoedler´s de la Quinta Avenida durante noviembre y diciembre. En Chicago en el Arts Club en enero de 1920 y en mayo participó en la IV Muestra de los Artistas Independientes, en el Hotel Waldorf Astoria. “(...) y cuando hubo reunido un centenar de esas pinturas, desafió el vendabal anti-mexicano que soplaba con furia, y se instaló en una galería de la Quinta Avenida. (...)” (Ibid). La muchacha de Brodway fue un suceso que fue reproducido en todos los periódicos importantes de Nueva York y en el periódico Mid Week Pictorial hay una expresión así: “Esta es una concepción de un artista mexicano de la muchacha en la típica vida nocturna de Broadway. (Triunfo de dos pintores mexicanos. Revista de revistas. No. 5341, 1 de agosto de 1920. P. 24)

Autorretrato, 1922, óleo sobre cartón

Regresó a México a fines de 1920, después de arreglar un ballet para el gran Bohlm, rival del ruso Nijinski, y hacer decoraciones para fiestas de multimillonarios en Estados Unidos. Una de ellas fue en la residencia veraniega del multimillonario Rogers. En 1921 Adolfo Best Maugard desarrolló la puesta en escena La noche mexicana en Chapultepec y repetida unos días después en el Teatro Arbeu.

De 1921 a 1924, Best Maugard fue Jefe del Departamento de Educación Artística y bajo el mando del secretario de Educación Pública José Vasconcelos, creó las brigadas de maestros encargados de desarrollar el amor por el arte en los niños. Escribió libros en los que situaba a la educación de las artes en una base nacionalista. Desde 1932 fue miembro del Consejo de Bellas Artes, también del Consejo de Asuntos Culturales de la Ciudad de México, de la Sociedad de Geografía y Estadística y de la Unión Mexicana de Directores Cinematográficos. En 1933 fue representante del Departamento de Bellas Artes en el Consejo de Educación Primaria; de 1932 a 1935 fue representante del Departamento de Publicidad en la Lotería Nacional de Beneficiencia Pública.

En 1931 fue designado supervisor de la filmación del director soviético Serguei A. Einsenstein por parte del gobierno mexicano. Por sus afinidades artísticas se convierte en su amigo y principal defensor de las ideas del realizador de ¡Qué viva México! (1931, film inconcluso). Influenciado por el trabajo del cineasta ruso, en 1933 realizó un homenaje al trabajo de las instituciones públicas, el cortometraje Humanidad elogiado ampliamente por los intelectuales de la época, en el que utiliza un lenguaje cinematográfico innovador y ángulos dramáticos de la cámara al servicio de un objetivo. La segunda y última película de Best Maugard fue un osado drama, el largometraje llamado La mancha de sangre (1937), estrenado en 1943, muy discutido pero raras veces visto, hasta su redescubrimiento y restauración por la Filmoteca de la UNAM. Aún no se ha encontrado uno de los rollos de sonido y la última cinta de imagen; no obstante, lo que se ha rescatado es suficiente para reconstruir la historia. La mancha de sangre fue filmada en los Estudios Azteca y en locaciones de barrios obreros de la Ciudad de México.

Stella Inda y José Casay
en La mancha de sangre (Dir. Adolfo Best Maugard, 1937)
Dicine, número 63, julio-agosto de 1995, P. 14

Basada en un texto de Miguel Ruiz, autor de El prisionero trece (llevado a la pantalla por Fernando de Fuentes). La mancha de sangre retrató a gente de la calle para capturar fielmente el espíritu del hampa en la pantalla. “Esta cinta fue estrenada, por conflictos con la censura, hasta seis años después, en una sala de segunda y con severas mutilaciones. En realidad, la película muy poco tenía que ver con la producción de la época, con su retrato insólitamente verosímil, casi documental.” (Cien años del cine mexicano. Textos y Efemérides. México, documentos de IMCINE, 1995. Segunda parte.)