AZUELA, Mariano Lagos
de Moreno, Jalisco, 1873 México, D. F., 1952
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| Archivo fotográfico del
CONACULTA-INBA y el CNIPL |
on
Mariano Azuela y González, escritor ilustre y cirujano
distinguido nació en Lagos de Moreno, Jalisco, el 1o.
de enero de 1873. Murió en la Ciudad de México,
el 1o. de marzo de 1952. Hizo sus primeros estudios en su lugar
origen y en Guadalajara, los de médico cirujano. Se inició
en la literatura desde que cursaba el bachillerato: en 1896.
Con
el seudónimo de Beleño suscribió
la columna Impresiones de un estudiante, en
el Gil Blas cómico. En 1903 concursó
en los Juegos Florales de Lagos, y con su
relato De mi tierra obtuvo un diploma. Su
primera novela María Luisa (1907),
tuvo como punto de partida sus impresiones de estudiante. Después de presentar
su tesis profesional se instaló como médico en su tierra natal,
donde adquirió una botica y formó su hogar. Fue maderista y jefe
político de Lagos. Al caer el presidente Madero, el doctor Azuela, perseguido
por sus enemigos, se incorporó a las fuerzas revolucionarias de Julián
Medina. Lo que presenció ahí le sirvió de tema para Los
de abajo, obra que escribiera en El Paso, Texas, en 1915, cuando vencido
emigró a los Estados Unidos. En 1917 se trasladó a la Ciudad de
México. Mientras laboraba en un dispensario público, observó
el medio: La barriada humilde, las costumbres de las clases medias bajas; observaciones
que utilizaría en varias de sus novelas. A partir de 1932 se suceden las
obras en que el escritor alterna impresiones de la ciudad y recuerdos del campo.
En esos mismos años de 1930 y en la década
siguiente, Mariano Azuela experimentó otras alternativas literarias: El
teatro y poco después el cine. Una fallida adaptación dramática
de Los de abajo de 1929, lo estimuló
para hacer la suya propia y, simultáneamente, a reconocer el alcance que
su mensaje crítico podría tener entre un público más
amplio. Este descubrimiento lo llevó a la práctica al adaptar Los
caciques —Del llano Hermanos, S. en C— y a escribir El
búho de noche, todas reunidas en el volumen Teatro (1938).
Su
experiencia en el cine comenzó con una certera adaptación de su
famosa novela. De aquí pasa a la adaptación de Mala
yerba, posteriormente escribe ex profeso un guión para cine La
marchanta (convertida en novela en 1944). También su Madero,
biografía novelada nace con miras a filmarse.
En
1943 ingresó al Colegio Nacional, sus primeras conferencias en esa institución
formarían el libro Cien años de novela
mexicana (1947). En 1949 recibió el Premio
Nacional de Literatura.
Creador de veintidós
novelas, además de cuentos, relatos y ensayos, Azuela nos dio su visión
de la sociedad mexicana durante la primera mitad del siglo XX y llegó a
situarse, en cuanto a técnica, entre los escritores de vanguardia, especialmente
con La Malhora. En 1925, al serle reconocido
el mérito de Los de abajo —obra
traducida a múltiples idiomas—, fundó con ella el ciclo de
La novela de la Revolución que tanta
repercusión e importancia tendría en las letras mexicanas. Sus restos
descansan en la Rotonda de los Hombres Ilustres del Panteón Civil de México.
Dentro
de su obra publicada tenemos: María Luisa
(1907), María Luisa y otros cuentos
(1908), Los fracasados (1908), Mala
yerba (1909), Andrés Pérez maderista
(1911), Sin amor (1915), Los
de abajo (1915), Los caciques (1917),
Las moscas (1918), Domitilo
quiere ser diputado (1918), Las tribulaciones
de una familia decente (1918), La Malhora
(1923), El desquite (1925), La
luciérnaga (1932), Pedro Moreno, el
insurgente (1935), Precursores (1935),
El camarada Pantoja (1937), San
Gabriel de Valdivias, comunidad indígena (1938), Avanzada
(1940), Nueva burguesía (1941), La
marchanta (1944), La mujer domada (1946),
Sendas perdidas (1949), y las novelas póstumas:
La maldición (1955) y Esa
sangre (1956). Además de la recopilación de su creación
literaria: Obras completas (1958).
Sobre
su experiencia en el cine, el escritor hizo una larga recapitulación en
El Colegio Nacional, en 1950: “Mi pasión por el cine nació
con entusiasmo desde que comenzaron a aparecer obras y actores de calidad.
“Se
comprenderá ahora el efecto que habrían de producirme las películas
nacionales. Por lo demás sería injusto negar que más de una
me ha causado la más agradable impresión. Fue la primera El
prisionero 13 (...) No obstante la tergiversación histórica,
atribuyendo al régimen porfiriano escenas típicas de la revolución
—seguramente para no molestar a los poderosos del momento— es una
película lograda no sólo por la fuerza de su argumento sino también
por la justa caracterización de los personajes. Pero más tarde vi
otras que me decepcionaron en absoluto (...)
“...así he visto
chotearse las cursilerías de cintas como La
calandria que es el mayor escarnio que se ha hecho de la bella novela de
don Rafael Delgado.
“Mi primera experiencia en el
cine la tuve con el productor, argumentista y director Gabriel Soria en la filmación
de mi novela Mala yerba (1940). He de detenerme
en este trabajo porque es la demostración clara de cómo un argumento
mal adaptado y una dirección desacertada dan al traste con los mejores
elementos que hayan podido reunirse en su realización (...)
![](retrato2.jpg) |
Revista de Revistas. Año
XXII, No. 1141, 27 de marzo de 1932. P. 17 |
“Yo
nada conocía de él cuando firme el contrato. Tenía noticias
de que después de haber hecho su aprendizaje en Hollywood había
realizado en México varias películas con éxito (...) Que
posteriormente había hecho un viaje a Europa para perfeccionar sus conocimientos.
Tuve oportunidad de ver dos películas suyas: Chucho
el roto (1934) y La bestia negra (1938):
La primera me dio muy mediana impresión y pienso que sin la actuación
de Fernando Soler ni siquiera la habría tolerado. Con la segunda, mi decepción
fue completa. No obstante me consolé con la idea de que esas cintas las
había producido antes de su viaje a Europa y podía esperarse algo
mejor de él.
“Cuando al fin terminó
el guión —de Mala yerba—
me lo hizo leer. Con positiva pena tuve que decirle que no me parecía acertado
(...). Mi opinión lo dejó tan fresco como si le hubiera brindado
un vaso de horchata. Me dijo que mi juicio adverso no le llamaba la atención
porque los autores nada entendíamos de cine. ‘Cuando usted la vea
en la pantalla —agregó con suficiencia— se convencerá
que mi arreglo es superior a su novela’.
“...Luchar
con estos genios del arte en el teatro y en el cine y ser derrotado ha sido mi
sino”, enfatizó y dio algunos ejemplos como éste:
(...)
“el director pidió a su musicógrafo que le compusiera una
canción cachonda (repito su palabra),
con la que convirtió a la rancherilla traviesa, fogosa e ingenua en una
cabaretera metropolitana de ínfimo género”.
Refiere
también, cómo la crítica la acogió de buena manera
y alaba la postura de Xavier Villaurrutia que alzó la voz con una crítica
adversa: “Algunos productores y directores cinematográficos —escribió
Villaurrutia— se lamentan de no contar con buenos argumentos para llevar
al cinematógrafo. Paradójicamente, cuando encuentran un argumento
tan serio y tan eficaz como lo es el de una novela como Mala
yerba, lo adaptan de tal modo que dudo que el mismo autor lo reconozca.
El autor de la adaptación de Mala yerba
al cinematógrafo, que en este caso es también director del film,
ha transformado el tema, desvirtuado el personaje principal y título de
la obra, al punto de convertirlo en lo que con la malicia que se usa en los círculos
en que se ejercita la crítica oral, se ha denominado una Yerba
buena. Nada más exacto que esta denominación maliciosa, un
tanto cruel, pero también certera. El resultado de una adaptación
poco eficaz no se hizo esperar. Mala yerba
es una película lenta, sin un verdadero clima dramático. Y si el
personaje principal está desvirtuado, otros están reducidos a esquemas
convencionales que hacen pensar en los films americanos del Oeste”. (Hasta
aquí el comentario de Xavier Villaurrutia recogido por Azuela).
Más
adelante, a decir del propio Azuela, corrió con mejor suerte:
“Entre
la exhibición de Mala yerba adoptada
—subrayado nuestro— por Gabriel Soria y Los
de abajo por Chano Urueta con la colaboración
de don Aurelio Manrique que ordenó los diálogos, discurrieron cuatro
meses. Fue para mí una bendición del cielo que el productor Luis
Manrique le hubiera comprado sus derechos sobre esta filmación a Gabriel
Soria. Sin esta casualidad dichosa Los de abajo
habría sufrido indefectiblemente la suerte de mi pobre Mala
yerba. A Los de abajo en la pantalla
le debo la única satisfacción que hasta hoy he tenido en el teatro
y en el cine.
“Es la única ocasión en
que he visto los personajes que he imaginado convertidos en hombres y mujeres
de carne y hueso. Chano Urueta, adaptador
y director de esta cinta siguió fielmente el texto original y el profesor
don Aurelio Manrique [que participó en la elaboración de los diálogos]
respetó los diálogos en absoluto. Esa cinta tiene algunos errores
muy fáciles de corregir, si se hubiese tenido la gentileza de invitarme
a su filmación, pero jamás he tenido esa suerte en cuanta versión
se ha hecho de mis libros.
“Los
de abajo es una película que no vacilo en colocar lado a lado de
Santa en la realización de Foster y
de Doña Bárbara filmada por
Fernando de Fuentes y supervisada por Rómulo Gallegos, el propio autor
de la novela”.
El escritor siguió en su empeño
porque sus historias fueran plasmadas en la pantalla: “Me vino la gana de
seguir estudiando cada vez con mayor empeño la técnica del script
y del guión y al efecto compré algunos tratados sobre estas materias,
escritos por especialistas de reconocida competencia. Con esta preparación
me puse a componer un script original y no
adaptaciones como las que antes había ensayado. (...) En unas cuantas semanas
le di la forma apropiada, en lo privado se lo di a leer a Fernando Soler. Me dijo
que le parecía muy interesante; pero demasiado fuerte para exhibirla en
la pantalla. Me indicó algunas modificaciones que en su concepto eran indispensables
para hacer viable mi obra y para que mejor mordiera en el público. (...)
“Hice registrar mi trabajo en el Sindicato de Autores y Adaptadores Cinematográficos,
del que formo parte, y allí estuvo muchos años haciéndole
compañía a su hermano Don Pedro Moreno, (...) A nadie se le ocurrió
leerlo, pero yo no me resigné a que mi esfuerzo quedara totalmente perdido.
Entonces con ese argumento construí una novela que es la última
que he publicado y que se intitula Sendas perdidas
y en esta forma sí mordió.
“Tres productores
se interesaron enseguida por su argumento y a la fecha está ya vendida
y en vías de realización. (...)
“Volví
a enterarme del estado de nuestras cintas cuando vendí los derechos de
filmación de mi novela La marchanta
va a ser cuatro años y vi con desencanto que no hemos progresado en eso.
La marchanta es un fracaso más y quizá
el peor de todos (...)
“Mi novela La
marchanta fue escrita intencionalmente con miras a su filmación.
No me equivoqué en esto, porque desde luego hubo interesados por el argumento.
Desgraciadamente por torpeza o mala suerte firmé contrato con quienes seguramente
no podrían haberla puesto peor. Hasta muy tarde supe que el productor se
especializaba en películas de munición,
como llaman los industriales sus productos de última calidad. Sin embargo,
debo confesar honradamente que no debería quejarme por esta nueva desilusión
porque en esta operación sólo me guió el deseo de hacer un
negocio comercial. Es curioso advertir que mientras mejor me han pagado mis novelas
han sido peores sus adaptaciones (...)”. (Mi
experiencia en el cine y en el teatro. El Colegio Nacional, 1950).