ALMADA Otero, Mario
Huatabampo, Sonora, 1923

 

Cinelandia. No. 399, 11 de enero de 1975. P. 4

ació en Huatabampo, Sonora, en 1923. Luego vivió algunos años en Ciudad Obregón y Guadalajara hasta que residió definitivamente en la Ciudad de México. A partir de 1960 trabajó en un centro nocturno propiedad de su padre, el cual fue cerrado en el tiempo de la regencia de Ernesto P. Uruchurtu. Integrante de una familia ligada al cine, actor, cantante, productor y director, Mario Almada también escribió para el cine. Su incursión en este medio data de 1963. De ese momento Mario recuerda que:

“...Mi hermano Fernando me convenció de ser el productor de Nido de Águilas y Los jinetes (...), [Sin embargo reconoce que:] ‘ la película consentida y a la que le tengo mucho cariño y en la que sinceramente pusimos una parte de dinero fue Todo por nada, (Dir. Alberto Mariscal, 1968).

Este filme ganó 8 Diosas de Plata, entre ellas la de Revelación del Año, de Mario Aldama, en el papel protagónico, western muy bien hecho que está considerado un clásico en México.

“Al año siguiente con El tunco Maclovio volvió a ganar otra presea. Ha filmado Aquellos años, Por eso, Cazador de asesinos, El puerto maldito, La viuda negra, Divinas palabras, El valle de los miserables, entre otras.” (No es pecado ver cine mexicano. Novedades. Suplemento, 29 de junio de 1984).

“En los años setenta Mario Almada trabajó en un gran número de cintas, de los más diversos tipos y géneros. Eran tiempos en que el cine mexicano se vio obligado a buscar caminos nuevos. La producción privada casi desapareció y la estatal se volvió [o intentó ser] progresista. Fue una época de cambios en la que Mario Almada parecía querer asegurar solamente su lugar como actor de múltiples facetas. Trabajó en Westerns (Los doce malditos, Antonio Tony Sbert, 1972); reconstrucciones históricas (Aquellos años, Felipe Cazals, 1972); como patiño de Irma Serrano (La tigresa, René Cardona hijo, 1972); en cintas de escatología y tremendismo (La isla de los hombres solos, René Cardona, 1973); en segundas versiones (Los desarraigados, Rubén Galindo, 1975, sobre la película homónima de Gilberto Gazcón de 1958). Aceptó ser coestrella de Vicente Fernández, (El arracadas, Alberto Mariscal, 1977); en cintas de narcotráfico (La banda del carro rojo, Rubén Galindo, 1976); en adaptaciones literarias, (Divinas palabras, Juan Ibáñez, 1977); en melodramas rancheros, (Mariachi, Rafael Portillo, 1976), y en melodramas urbanos, (Para usted jefa, Guillermo Murray, 1979)“. (Mario Almada. Por Moisés Viñas. DICINE. No. 16, 8 de mayo de 1986).

En sus más de 200 películas el tema de la venganza justiciera es algo que permanece y sobre todo en las películas dirigidas por Rubén Galindo como Los desalmados (1970); Todo el horizonte para morir (1970); El pistolero del diablo (1973); en 1981 reforzó este tema con Cazador de asesinos de José Luis Urquieta, la cual está basada totalmente en la película El Vengador anónimo (Michael Winner, 1974).

Por otro lado trabajó en películas con otros temas, por ejemplo La viuda negra (Arturo Ripstein, 1977) y La fuga del rojo (Alfredo Gurrola, 1982). Sin embargo, Almada reconoce que: “Es difícil quedar satisfecho con el trabajo que uno hace, y siempre espera que la siguiente película sea mejor, aunque la gente lo que pide es acción. Hice películas de otro género como Divinas palabras, La india y no tuvieron éxito, la gente no las fue a ver, prefieren la acción y eso ha sostenido a la industria.” (Ya basta de criticar al cine mexicano. Excélsior. Espectáculos, 14 de marzo 1989)

Isela Vega y Mario Almada, protagonistas de La viuda negra (Dir. Arturo Ripstein, 1977)

De sus inicios en el cine, Mario Almada recuerda cómo llegó: “Entré en el lugar de Bruno Rey. Esto sucedió en la película Los jinetes de la bruja (1965). Luego siguieron cintas como Todo por nada (1968), Por eso (1970), que producían mi padre y mi hermano, a quien le había atraído la idea de ser artista desde hacía tiempo.

“Su ingreso al cine y su desenvolvimiento en ese medio no fue difícil, pues casi siempre lo requerían para cintas de acción, de caballitos, en las que tenía que realizar actividades que desempeñaba antes en el campo.

“Además, los Almada tenían su propia compañía productora, en la que participaba la familia, pero con el tiempo se disolvió debido a que no tenían ganancias. ‘Alguien más vivo que nosotros —recuerda— obtenía los beneficios, pues apenas si nos daban 40 dólares a la semana por su exhibición como relleno, porque según no habían pegado, pero los cines estaban llenos. Nos faltó experiencia y visión para llevar el negocio.” (Idem)